viernes, 15 de abril de 2011

SANTIDAD

Cuando hablo de una confianza total en Cristo, significa no sólo confiar en su
poder para salvarnos sino también en su poder para guardarnos. Tenemos que
confiar en que su Espíritu nos guarda y nos conforma a la semejanza de Jesús.

Piense en su propio testimonio. Hubo un tiempo en que usted era un extraño,
separado de Dios, haciendo malas obras. ¿Qué buenas obras hizo usted para
hacer las cosas bien con Él? ¡Ninguna! Nadie ha sido capaz de salvarse a sí
mismo.

Del mismo modo, nadie ha sido capaz de hacer o mantener su santidad. Somos
traídos diariamente en la santidad de Cristo solamente por fe, tanto como
confiemos en lo que la Palabra de Dios dice: "Si usted está en Cristo, es
santo como Él es santo"

"En otro tiempo ustedes, por su actitud y sus malas acciones, estaban alejados
de Dios y eran sus enemigos. Pero ahora Dios, a fin de presentarlos santos,
intachables e irreprochables delante de él, los ha reconciliado en el cuerpo
mortal de Cristo mediante su muerte, con tal de que se mantengan firmes en la
fe…" (Colosenses 1:21-23).

Note la frase: "con tal de que se mantengan firmes en la fe", Jesús está
diciendo "permanece confiando en mí, vive por fe; voy a presentarte lo más
limpio, impecable, irreprensible y santo ante el Padre".

Amados, esta es la obra santificadora del Espíritu Santo. A medida que el
Espíritu le da poder para morir a las obras de la carne, él le llevará por
su convicción y su conforte.

Solo hay una santidad: ¡la de Cristo! Por lo tanto, ningún creyente es "más
santo que usted". No hay grados de santidad, sólo grados de madurez en Cristo.
Usted puede ser un cristiano nuevo y aun así ser absolutamente santo frente a
Jesús. Así que es absurdo que se mida con alguien a quien considera "santo".
Todos somos medidos por una norma: la santidad de Cristo; si estamos en Él, su
santidad es la nuestra en igual medida.

No vuelva a mirar a otro cristiano para decir: "Oh, me gustaría ser tan santo
como él es". Puede que usted no tenga la disciplina de esa persona o su vida
de oración. Puede que a menudo usted tenga más luchas y cometa más errores
que él. Pero él no es más acepto por el Padre que usted. Con nadie debe
compararse, porque ¡nadie es más querido en los ojos del Padre que usted!

Querido santo, quítese los zapatos. Quite toda la dependencia de la carne.
Esta es la base sobre la cual puede vivir: "Yo reclamo mi santidad, que es en
Cristo Jesús. Yo soy parte de su cuerpo. Mi Padre me ve como santo, porque yo
permanezco en Él".

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