viernes, 2 de mayo de 2008

CAMINOS

Señor, ¿no me das la mano?
¿No ves? Me estoy hundiendo
en el cieno del pecado.

Llegué tarde, lo sé, me entretuve
por ese camino andando.
Camino, mejor caminos,
¡hay Señor, anduve tantos!

Anduve por aquel que parecía lucir,
lienzo de nubes de color blanco
y eran nubes de polvo, polvos sucios.
Los ojos de la carne me han engañado.

Caminé con pie firme en el otro,
altiva la cabeza, y encumbrado.
Pero cedió a mis pies todo el camino.
Era Señor, mi orgullo tan pesado,
y el otro iluminado por las velas, los lirios,
las liturgias y los cantos.

Cuando pasé por él, no hubo mas voces.
Las velas y los lirios se apagaron.
¡Como engañan los hombres, Señor mio!
¡Cuantos falsos caminos me indicaron!

Caminé lejos y conté mis pasos.
Miro a mis pies y estoy desalentado.
No moví un paso en este lodo inmundo.
¡Señor, Señor, estoy hundido en el pecado.

Y que será de mí cuando ya sienta
que el fango va subiendo despiadado,
me cubra el pecho y entre en mi garganta,
y se apague mi voz y el fin haya llegado.

¡Hay que será de mí, Señor, Señor!
¿Me escuchas?, perdido estoy
si no me das la mano. Quizás tampoco tú
sacarme puedas. Quizás soy yo que tarde
te he buscado.

¡Pero mira Señor, mira!, ¿no ves?
¿No ves mis ojos? Están húmedos.
¿Ves?, se han mojado. ¿Ves como golpean
aquí dentro? Mi corazón también está llorando.

¡Soy yo, Señor!, yo soy que me arrepiento,
del lodo en que yo mismo me he ensuciado,
de andar por los caminos que me han dicho,
de volverte la espalda Dios amado!

Te dije.... Te dije, Amado. ¿Ves Señor?
Te quiero, te dije Amado. ¿Ves Señor?
Te amo, y lo dije con voz que era un sollozo.
Lo dije de rodillas y temblando.

Quiero estar junto a ti, no quiero lodo.
Quiero tu firme amor, no quiero fango.
No tengo nada, ni me quedan fuerzas.
Mas viviré si tu me das la mano.

¡Señor, Señor! ¿no me respondes?
Mas presiento que ocurrirá tal vez
algún milagro. Las lágrimas dejaron ya
mis ojos, mi corazón cesó con su quebranto.

¡Señor, Señor! ¿no me respondes?
Y parece como si un viento suave
y perfumado, acariciara con amor mi rostro.

¡¡Señor!! ¡Mira, Señor!, ya no hay mas barro!
Ya puedo caminar con paso firme.
Ya no se mueve el suelo con mis pasos.
Ya no hay lodo que ensucie mas mi vida.

Tú solo me sacaste de este fango.
¡Señor, me diste la mano! ¿no ves?
Jamás he de hundirme en el cieno del pecado.
Porque, limpiaste con sangre,
ese camino de barro.

JORGE PRADAS

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