viernes, 27 de mayo de 2011

DAME TODOS TUS MAÑANAS

Un día el Señor se le apareció a Abraham y le dió un increíble mandato:
“Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que
te mostraré.” (Génesis 12:1).

¡Qué cosa tan maravillosa! De repente, Dios escogió a un hombre y le dijo
“Quiero que te levantes y te vayas, dejando todo atrás: tu casa, tus
familiares, e inclusive tu país. Quiero enviarte a otro lugar, yo te guiaré a
lo largo de tu jornada.”

¿Cómo respondió Abraham a esta increíble palabra del Señor? “Por la fe
Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir
como herencia; y salió sin saber a dónde iba.” (Hebreos 11:8).

¿Qué estaba haciendo Dios? ¿Por qué buscaría entre las naciones a un
hombre, y luego le pediría que lo abandone todo y emprenda un viaje sin
ningún mapa, sin dirección preconcebida, sin saber cual sería su destino?
Piense en lo que Dios le estaba pidiendo a Abraham. Él nunca le mostró cómo
iba a alimentar y a cuidar a su familia. Él no le dijo qué tan lejos tendría
que ir ni cuando él llegaría a su destino. Al principio solamente él le dijo
dos cosas: “Ve”, y, “Te mostraré el camino.”

En esencia, Dios le dijo a Abraham, “Desde este día en adelante, quiero que
me entregues todos tus mañanas. Día tras día, tú vivirás el resto de tu
vida poniendo tu futuro en mis manos. Abraham, te estoy pidiendo que
comprometas tu vida a la promesa que te estoy dando. Si tú te comprometes a
hacer esto, te bendeciré, guiaré y dirigiré a un lugar que nunca
imaginaste.”

El lugar a donde Dios quería dirigir a Abraham es el lugar donde él quiere
llevar a cada miembro del cuerpo de Cristo. Abraham es lo que la Biblia llama
un “hombre patrón”, alguien que sirve de ejemplo de cómo se debe caminar
delante del Señor. El ejemplo de Abraham nos muestra lo que es requerido de
todos los que buscan agradar a Dios.

No se equivoque, Abraham no era un hombre joven cuando Dios lo llamó a hacer
este compromiso. Probablemente había puesto ya en marcha planes asegurar el
futuro de su familia, así que debió de estar preocupado por muchos asuntos
mientras él sopesaba el llamado de Dios. Sin embargo, Abraham “le creyó a
Dios; y (Dios) se lo contó por justicia” (Génesis 15:6)

El Apóstol Pablo nos dice que todos los que creen y confían en Cristo son
hijos de Abraham. Y así como Abraham, somos contados como justos por que
obedecimos al mismo llamado de confiar todos nuestros mañanas en las manos del
Señor.

David Wilkerson

jueves, 26 de mayo de 2011

ENCONTRANDO NUEVAS FUERZAS

¡Cuán rápido olvidamos las grandes liberaciones de Dios en nuestras vidas!
¡Cuán fácil tomamos por sentado los milagros que Él obró en nuestras
vidas! Sin embargo, la Biblia nos dice vez tras vez: “Recuerda tu
liberaciones”.

¡Somos tan parecidos a los discípulos! Ellos no entendían los milagros de
Jesús cuando sobrenaturalmente alimentó a miles con tan sólo unos cuantos
panes y peces. Jesús hizo este milagro dos veces, alimentando a 5,000 personas
en una ocasión y a 4,000 en la siguiente. Pocos días después, estos eventos
desaparecieron de la memoria de los discípulos. Ello sucedió cuando Jesús
les advertía sobre la levadura de los fariseos. Los discípulos pensaron que
Él había dicho esto porque ellos se habían olvidado de traer el pan para el
viaje. Pero Cristo les respondió: “¿No entendéis aún, ni os acordáis de
los cinco panes entre cinco mil hombres, y cuántas cestas recogisteis? ¿Ni de
los siete panes entre cuatro mil, y cuántas canastas recogisteis?” (Mateo
16:9-10).

Según Marcos, Cristo estaba impresionado de cuán rápido habían olvidado los
discípulos. Jesús dijo: “¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis
endurecido vuestro corazón? ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no
oís? ¿Y no recordáis? Cuando partí los cinco panes entre cinco mil,
¿cuántas cestas llenas de los pedazos recogisteis?” (Marcos 8:17-19).

¿Qué nos dicen estos pasajes? Es claro que ninguno de los discípulos se
detuvo a considerar lo que estaba llevándose a cabo mientras las milagrosas
multiplicaciones de pan sucedían. Intente imaginar a estos hombres caminando
entre las multitudes llevando canastas, repartiendo los panes y los peces que
fueron multiplicados milagrosamente frente a ellos. Uno pensaría que dichos
discípulos caerían postrados clamando: “¿Cómo puede estar sucediendo
esto? Es simplemente asombroso. Esto va más allá de toda explicación humana.
Oh Jesús, verdaderamente Tú eres Señor”. Me los puedo imaginar animando a
la gente que servían: “Tomen, deléitense en esta comida milagrosa, enviada
de la misma gloria. Jesús la ha provisto”.

Los discípulos vieron estos milagros con sus propios ojos, no obstante, su
relevancia no quedó registrada en ellos. Los discípulos no entendieron los
milagros, así como nosotros olvidamos los prodigios de Dios en nuestras vidas.
Las liberaciones de ayer son rápidamente olvidadas ante la crisis de hoy.

A través de ambos Testamentos, podemos leer: “Recuerden el brazo del Señor,
poderoso para obrar milagros a favor de ustedes. Recuerden todas sus
liberaciones del pasado”. Consideren la exhortación de Moisés a Israel
después del milagro del Mar Rojo: “Moisés dijo al pueblo: Tened memoria de
este día, en el cual habéis salido de Egipto, de la casa de servidumbre, pues
Jehová os ha sacado de aquí con mano fuerte…” (Exodo 13:3).

martes, 24 de mayo de 2011

¡EXALTAMOS EL NOMBRE DE JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR!

Alguien que está leyendo este mensaje, necesita que Jesús lo toque. Cuando el
Señor ministró aquí en la tierra, él sanaba y restauraba a los afligidos con
simplemente tocarlos. Cuando Jesús tocó a la suegra de Pedro, “la fiebre la
dejó”. Él tocó el féretro de un joven muerto y éste volvió a la vida.
Él tocó los ojos de los ciegos y ellos pudieron ver. Él tocó el oído de un
sordo y éste pudo oír. Padres trajeron sus hijos a Jesús “para que los
tocara”. Su suave toque cambió todo. Multitudes trajeron a sus enfermos,y
Jesús se dio tiempo para extender su mano, tocarlos y sanarlos.

Si usted verdaderamente conoce al Señor íntimamente, usted ha conocido y ha
sentido el toque de la mano de Jesús. En momentos de soledad, en tiempos de
desánimo, en tiempos de confusión, en tiempos tan dolorosos e inciertos,
usted clamó desde lo profundo de su alma: “Señor Jesús, necesito tu toque.
Necesito sentir tu presencia. Ven Jesús y toca mi alma sedienta.”

Algunos necesitan el toque de Jesús sobre sus mentes. Satanás ha venido junto
con sus malvados principados para molestar y sobrecargar su mente con
pensamientos infernales – pensamientos de incredulidad, pensamientos que no
nos hacen como Cristo, pensamientos de temor, pensamientos de baja estima,
pensamientos de que estamos desagradando a Dios. Los creyentes honestos le
dirán a usted que ellos han experimentado estos ataques en sus mentes.
Satanás está decidido a destruir nuestra fe y dependencia del Señor.

En las Escrituras, el toque de Jesús vino en respuesta a un clamor. No hay
evidencia de que él alguna vez haya rechazado un clamor. Y él no le dará la
espalda a su clamor, sino que responderá misericordiosamente a su necesidad.
En Mateo 8, nosotros leemos sobre un leproso el cual vino a él diciendo,
“Señor, si quieres, puedes limpiarme.” Jesús extendió su mano y lo tocó
diciendo, “Quiero; sé limpio.” “Y al instante su lepra desapareció”.

Hoy busque un lugar a solas con Jesús y dígale lo que el leproso le dijo:
“Señor, tú puedes. Límpiame.” Luego esté a la expectativa de que aquél
que no hace acepción de personas lo tocará y lo sanará en mente, cuerpo, alma
y espíritu. El brazo del Señor está extendido hacia usted, pero él espera
por aquél clamor de necesidad, ese clamor por ayuda que también es un clamor
de expectativa.

“Y los Egipcios nos maltrataron y nos afligieron, y pusieron sobre nosotros
dura servidumbre. Y clamamos a Jehová el Dios de nuestros padres; y Jehová
oyó nuestra voz, y vio nuestra aflicción, nuestro trabajo y nuestra
opresión; y Jehová nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido,
con grande espanto, y con señales y milagros; y nos trajo a este lugar, y nos
dio esta tierra, tierra que fluye leche y miel” (Deuteronomio 26:6-9).

David Wilkerson

miércoles, 18 de mayo de 2011

PERDONADO

Jesús nos dice: "De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra y cree al
que me envió, tiene vida eterna y no vendrá a condenación, mas ha pasado de
muerte a vida" (Juan 5:24). La palabra griega que Jesús usa aquí para
condenación es juicio. Él está diciendo, "Si crees en mí, no vendrás a
juicio, sino que pasarás de la muerte a la vida."

En efecto, la Escritura nos dice de principio a fin que una vez que el Señor
perdona nuestros pecados, Él los borra de su memoria.

"Yo, Yo Soy el que borro tus rebeliones por amor de mí, y no me acordaré de
tus pecados" (Isaías 43:25).

"Yo deshice como a una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados: vuelve a
mí, porque yo te redimí" (Isaías 44:22).

"Yo les perdonaré su iniquidad, y no me acordaré más de su pecado"
(Jeremías 31:34).

"Yo seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré sus pecados ni
de sus iniquidades" (Hebreos 8:12).

"Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice Jehová
el Señor. Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré,
y de sus pecados e iniquidades no me acordaré más "(Hebreos 10:16-17).

"El volverá, a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras
iniquidades, y echará todos nuestros pecados a las profundidades del mar"
(Miqueas 7:19).

Aquí hay abundancia de buenas noticias para todos los cristianos que alguna
vez hayan sudado, que se hayan esforzado y trabajado para morir a las obras de
la carne en sus propias fuerzas. ¿Esto lo incluye a usted? ¿Cuántas promesas
le ha hecho a Dios sólo para romperlas? ¿Cuántas veces ha tratado de
complacer al Señor luchando para abandonar su propia lujuria y hábitos para
fallar una vez más?

En el libro de Miqueas encontramos una buena noticia para usted: "Yo, El
Señor, someteré todas tus iniquidades." Dios nos da ejemplos tras ejemplos de
cómo Él borra los pecados de su memoria. Él los elimina, no se acuerda más
de ellos, los entierra en el mar. Cuando Dios dice que Él los "somete"
significa que los persigue y captura.

Isaías incluso nos dice que Dios toma nuestros pecados y los lanza por encima
de su hombro. "Porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados" (Isaías
38:17). Esto significa que Dios nunca mirará nuestros pecados o los
reconocerá otra vez.

Ahora déjeme preguntarle, si Dios se olvida de nuestros pecados, ¿por qué
nosotros no? ¿por qué siempre le permitimos al diablo desenterrar algo del
estiércol o del fango de nuestro pasado y ondearlo en nuestra cara, cuando
todos nuestros pecados ya han sido cubiertos por la sangre de Cristo?

La limpieza y el poder de perdonar en la sangre de Cristo lo abarca todo.
¡Cubre nuestra vida entera!

David Wilkerson

martes, 17 de mayo de 2011

LA META DE DIOS PARA NOSOTROS ES PAZ Y DESCANSO

La meta fundamental que Dios tiene para con todos sus hijos es una vida
abundante. Él nunca tuvo la intención de que nosotros viviéramos enfocados
en nuestros pecados y fracasos. La buena noticia es que servimos a un Dios de
amor absoluto – un Dios de misericordias el cual desea llevar a sus amados
hijos a un lugar superior a todas sus angustias. Pero nosotros no podemos tomar
nuestro lugar, sentados con Cristo en los lugares celestiales, hasta que nos
identifiquemos totalmente con su muerte y resurrección.

No puede haber una brecha hacia una vida ascendida sin haber experimentado
primero la muerte en la cruz. El Espíritu Santo ha puesto dentro de nosotros
el conocimiento de que no podemos vivir verdaderamente hasta que muramos por
completo. Pareciera que tenemos entendimiento acerca de nuestra cita con la
muerte, un destino que tiene que ver con la cruz de Cristo.

Observe dónde nos encontramos actualmente, nuestros temores, vacíos, soledad,
fracasos, y cómo estamos cediendo al pecado. Considere cuán poco realmente
poseemos de la paz que el Señor nos prometió. Nos hemos quedado muy lejos de
lo que un cristiano victorioso debiera ser. Sin embargo, sabemos que la Palabra
de Dios habla claramente de victoria, paz y liberación del dominio del pecado.
Hemos visto algunos cristianos que han podido lograr entrar a esa hermosa vida
de seguridad y quisiéramos preguntarles: ¿Cómo pudo usted llegar a esa
victoria? Y luego nos preguntamos cómo podemos nosotros lograrlo.

El Espíritu Santo debe traernos a la cruz y hacernos enfrentar la realidad de
morir al mundo y al pecado. El momento en que comencemos a buscar al Señor
diligentemente con un deseo de someternos a su señorío en todas las cosas,
entonces seremos atraídos irresistiblemente por el Espíritu. Seremos llevados
hasta el final de nosotros mismos, despojados, debilitados, y sin confianza en
nuestra carne.

Yo estoy convencido que el Espíritu Santo está trayendo a su iglesia de
vuelta a las gloriosas verdades de identificarse con la vida de Cristo en
muerte, resurrección y ascensión.

La muerte puede ser muy aterradora, especialmente si usted no puede ver la
gloria al otro lado de ella. Pero Cristo nos asegura de su amor perpetuo a
pesar de nuestros fracasos, y nos da paz y el gozo de su vida de resucitada.

David Wilkerson