jueves, 13 de marzo de 2014
LA BENDITA PRESENCIA DE CRISTO
Cristo pronunció las bienaventuranzas a un cuerpo de creyentes dividido y sin
esperanza: “Bienaventurados vosotros los quebrantados, que lloran, que son
pobres de espíritu. Son benditos, no porque hayan hecho nada para ganárselo,
sino porque yo estoy con vosotros” (Ver Mateo 5:2-11).
¡Qué revelación! Somos bendecidos simplemente porque Jesús está con
nosotros. La bendición de Emanuel, “Dios con nosotros” (Mateo 1:23),
adquiere un nuevo significado a la luz de la profecía de Isaías: “Te daré
por pacto al pueblo, para que restaures la tierra, para que heredes asoladas
heredades” (Isaías 49:8). La bendición de la presencia de Cristo iba a
silenciar todas nuestras voces acusadoras.
Este silenciamiento ocurrió literalmente en el caso de la mujer sorprendida en
adulterio (Juan 8:1-11). Los líderes religiosos la llevaron a Jesús
exigiéndole que Él también la acuse, pero secretamente tenían otra razón
para traerla ante Jesús: ¡Querían acusarlo!
¿Alguna vez has oído cristianos acusar a Dios de algo? Lo escucho de las
personas todo el tiempo en mi consejería pastoral: “Dios no está obrando en
mi vida. Oro fielmente, pero Él no responde. He hecho todo lo que puedo, pero
todavía no me ha liberado”. Esto es exactamente lo que Satanás quiere que
hagamos: Acusar a Dios en nuestros corazones. Esto crea un ciclo sin fin de
esclavitud.
Jesús respondió a la mujer adúltera y a los que la acusaban: “Se enderezó
y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la
piedra contra ella” (Juan 8:7). Dios ya no era el que estaba siendo acusado.
Jesús había vuelto el centro de atención hacia donde pertenecía, hacia el
propio pecado de ellos; y ellos respondieron “[saliendo] uno a uno” (Juan
8:9).
Tenga en cuenta lo que dijo Jesús entonces a la mujer: “¿Dónde están los
que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?” (Juan 8:10). Esto es exactamente lo
que Jesús nos dice hoy: “¿Dónde están tus acusadores? ¿Dónde están las
voces que dicen: 'Tú eres pecador sin esperanza, un fracaso'? ¡Se han ido! Yo
soy tu justicia ahora y he silenciado a todos tus acusadores”.
Cuando esas voces sigan gritando en nuestros oídos, vamos a escuchar otra voz
por encima de todas ellas: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me
siguen” (Juan 10:27). La voz de Cristo nos dirá: “He silenciado a tus
acusadores”. Su verdad atraviesa todo clamor y estrépito con su paz, que
sobrepasa todo entendimiento.
Gary Wilkerson
miércoles, 12 de marzo de 2014
¡AYUDAME, SEÑOR!
David Jeremiah, mi viejo amigo de Shadow Mountain Community Church cerca de San
Diego, ha predicado varias veces en el Brooklyn Tabernacle. Inmediatamente
después de que se le diagnosticara un cáncer, nos llamó pidiendo que
oráramos por é1. Varios meses después regresó para visitarnos durante una
reunión de encuentro del ministerio que hicimos en la zona de la arena del
Madison Square Garden. Luego predicó en uno de nuestros servicios de1 día
domingo. La congregación entera estaba feliz de ver a este maravilloso hermano
cristiano por el cual todos habíamos intercedido.
Conmovido por el amor y la actitud de agradecimiento que produjo su aparición,
David luego hizo un comentario al respecto desde el púlpito: “Llamé aquí en
cuanto supe de mi enfermedad porque conocía el énfasis que ponen en la
oración. De hecho, alguien me acaba de saludar en el vestíbulo y dijo:
‘Pastor Jeremiah, verdaderamente clamamos a Dios por usted'. Por eso fue que
los llamé. Sabía que sus oraciones no serían un mero ejercicio mecánico
sino un verdadero clamor a Dios con pasión por mi necesidad. Y Dios me ayudó
a superar la dura prueba”.
Ese es el significado literal de la palabra hebrea que se usó innumerables
veces en el Antiguo Testamento cuando el pueblo invocaba a Dios. Significa
clamar, implorar pidiendo ayuda. Esta es la esencia de la oración verdadera
que toca a Dios.
Charles Spurgeon una vez comentó que “el mejor estilo de oración es aquel
que sólo se puede definir con la palabra clamor”.
¿Acaso no es eso lo que Dios nos invita a hacer a lo largo de la Biblia?
“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas
que tú no conoces” (Jeremías 33:3). Dios no está distante. No está
desconectado. El nos dice continuamente a través de los siglos: “Yo te
ayudaré, de veras lo haré. Cuando no sepas adónde recurrir, recurre a Mí.
Cuando estés listo para levantar tus manos, levántalas a Mí. Acompáñalas
de tu voz, también, y Yo vendré y te ayudaré”.
JIM CYMBALA
martes, 11 de marzo de 2014
LA REVELACIÓN DE LA GLORIA DE DIOS
Una vez que recibimos la revelación de la gloria de Dios, no podemos seguir
con nuestra pasada manera de tratar a los demás. Todo eso debe cambiar.
"Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y
toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos
unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo" (Efesios
4:31-32).
Dios nos está diciendo a través de Pablo: "Ustedes han visto Mi gloria y
conocen Mi naturaleza y carácter, que soy misericordioso, pronto para
perdonar. ¡Ahora, Yo quiero que ustedes expresen a otros lo que Yo soy! "
A pesar de que Moisés tuvo esta revelación de la gloria de Dios, en un punto,
no la representó correctamente ante el pueblo. Perdió la paciencia con Israel
a causa de la desobediencia de ellos y golpeó airadamente una roca con su
vara, como si dijera: "¡Ustedes son un montón de rebeldes de dura cerviz!"
Dios no lo tomó amablemente en absoluto. Una vez que Él te revela Su gloria,
Su benignidad, Su bondad, Su gracia y Su misericordia, Su paciencia no
soportará que tú tergiverses Su gloria a los demás. Moisés había
representado incorrectamente dicha gloria a Israel, y, como resultado, Moisés,
una de las figuras más humildes y piadosas del Antiguo Testamento, fue privado
de la plenitud de Dios. ¡No se le permitió entrar en la Tierra Prometida!
Encontramos otra ilustración de esto en una de las parábolas de Jesús. Él
habla de un siervo al que le había sido perdonada una gran deuda por su amo.
El amo demostró una increíble bondad, gracia y perdón a este hombre. Sin
embargo, tan pronto como este siervo fue perdonado, halló a un hombre que le
tenía una pequeña deuda y comenzó a asfixiar al deudor hasta que le pagara.
El mismo que había experimentado un gran amor y perdón no mostró
misericordia a cambio.
Jesús está diciendo en esta parábola: "¡Estás representando
incorrectamente el amor del Padre! Él te ha tocado con Su increíble gloria a
través de Su bondad y del perdón de tus pecados. Sin embargo, ahora que has
visto Su gloria, la estás tergiversando ante el mundo".
Esto se resume en el mandamiento de Pablo: "Sean misericordiosos con los
demás, así como Él ha sido misericordioso con ustedes".
DAVID WILKERSON
lunes, 10 de marzo de 2014
LA PLENITUD DE LA GLORIA DE DIOS
El resplandor que emanaba del rostro y el corazón de Moisés fue el resultado
de haber visto sólo un poco de la plenitud de la naturaleza de Dios (Éxodo
34:29). Aun así, cuando los israelitas vieron el cambio en el rostro de
Moisés, supieron que él había tenido una experiencia sobrenatural. Su
hermana, su hermano y los demás, exclamaron: "Este hombre ha estado cara a
cara con Dios. Él ha ido más allá" (ver Éxodo 34:29-35).
Hoy tenemos algo mucho más glorioso lo que el mismo Moisés tenía. En
realidad tocamos y llevamos la gloria de Dios. "Lo que era desde el principio,
lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos
contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida" (1 Juan 1:1).
Juan está diciendo acá: “Dios nos reveló a nosotros, la plenitud de Su
Gloria en Cristo. Vimos Su gloria personificada en un hombre y hablamos con
Él. ¡Inclusive, Le tocamos!”
Hoy no sólo vemos la plenitud de la gloria de Dios, sino que ahora habita en
nosotros. Su gloria resplandece en nuestros corazones: "Porque Dios, que mandó
que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros
corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de
Jesucristo" (2 Corintios 4:6).
Pablo está diciendo aquí: "Jesucristo, Dios hecho carne, personifica todo lo
que Dios es. Y, como sabemos que Dios es bondad, amor, misericordia, gracia y
paciencia, también podemos estar seguros de que ésta es la naturaleza de
Cristo. Puesto que Jesús vive en nuestros corazones, sabemos que la gloria de
Dios no está simplemente en algún lugar del cosmos. No, ¡la plenitud de Su
gloria está en nosotros, a través de la presencia de Cristo!"
"Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los
hombres" (Tito 2:11). ¿Quién es esta gracia? ¡Es Jesucristo, lleno de
misericordia, bondad, amor!
"Enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos
en este siglo sobria, justa y piadosamente" (versículo 12). Pablo nos está
diciendo: "Esta gracia que habita en ti, es la revelación de la bondad de
Cristo. Y si tú permaneces en Él, ¡Su revelación te enseñará a vivir una
vida santa! "
DAVID WILKERSON
viernes, 7 de marzo de 2014
MÁS Y MÁS COMO JESÚS
"Y al mirar los hijos de Israel el rostro de Moisés, veían que la piel de su
rostro era resplandeciente; y volvía Moisés a poner el velo sobre su rostro,
hasta que entraba a hablar con Dios" (Éxodo 34:35). El rostro de una persona
es la expresión externa de lo que está en su corazón. Cuando la revelación
de la gloria de Dios se hizo real a Moisés, ¡su misma mirada cambió!
Pablo testificó: "Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre
de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo
le predicase..." (Gálatas 1:15-16).
Pablo estaba diciendo: "Tengo dentro de mí mucho más que algo de doctrina que
alguien planteó, más que un simple conocimiento intelectual de Cristo. Tengo
una revelación de quién es Cristo, una revelación de Su gracia, misericordia
y amor. Y esta revelación se ha convertido en la fuente misma de todo lo que
soy y hago. ¡Es la esencia misma de mi vida!"
La revelación de la gloria de Dios es, en verdad, maravillosa. Sin embargo,
muchos han convertido esa misma revelación en una licencia para pecar. Judas
describe a las personas que "convierten en libertinaje la gracia de nuestro
Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo" (Judas
4).
Según Pablo, estas personas pecan "para que la gracia abunde" (Romanos 6:1).
Ellos están diciendo, en esencia: "Si Dios ama el expresarse a través de la
misericordia y el perdón, entonces yo voy a darle todas las oportunidades. Voy
a pecar y dejar que me siga amando, para que la gracia fluya. ¡Qué testimonio
al mundo será eso! Seré el objetivo de todo ese amor que desciende del
cielo".
Tales personas son fáciles de detectar. Su semblante los delata. Isaías
habló de israelitas que "han sido contra Jehová para irritar los ojos de su
majestad. La apariencia de sus rostros testifica contra ellos" (Isaías 3:8-9).
El profeta estaba diciendo: "Sus pecados testifican contra ustedes en su propia
apariencia. Lo que está en sus corazones va a revelarse en sus rostros".
Por otro lado, incluso el más duro de los pecadores puede decir que has
"estado con Jesús" ¿Cómo se dan cuenta? ¡Ellos te ven como alguien
distinto! Dicen: "Tú eres diferente. Te conduces con una humilde seguridad y
nada de ti parece oculto. No tienes secretos y no pareces llevar ningún rencor
o amargura. Si no fuera así, lo sabría. ¡Tu vida es un libro abierto!"
El pecado, sin embargo, lleva cierta apariencia. Ninguna sonrisa lo puede
encubrir y su voz tiene el sonido del vacío, el eco de un metal que resuena,
de un címbalo que retiñe.
Aquellos que se han apropiado de la gloria de Dios están siendo cambiados
todos los días. ¡Su semblante se está volviendo más y más como el de
Jesús!
DAVID WILKERSON
jueves, 6 de marzo de 2014
PORQUE EL SEÑOR AL QUE AMA
En ocasiones, a lo largo de años en el ministerio, he sido sobrecogido por
enemigos que se levantaron contra mí. En aquellos momentos, sentía la
disciplina del Señor como una vara en mi espalda. Recuerdo un periodo en
particular, cuando yo estaba siendo calumniado por todos los lados. Otros
ministros me preguntaban: "David, estoy oyendo cosas cuestionables acerca de
ti. ¿Son ciertas? Todo este asunto acerca de ti, ¿viene del diablo o es Dios
tratando de hablarte?"
Incluso esa pregunta me ofendía y el dolor emocional de todo esto me aplastó
totalmente. Quedé exhausto físicamente por la batalla en curso y apenas
podía enfrentar el ir a la iglesia a predicar. Una mañana mi esposa
literalmente tuvo que levantarme de mi silla en mi estudio. A mitad de camino a
la iglesia, yo le dije que no podía seguir adelante. Ya no podía enfrentarme a
otra persona en nuestros servicios, que se preguntara si yo era un farsante.
Finalmente clamé: "Señor, ¿qué he hecho para merecer esto? ¿Cuál es mi
pecado?" Entonces Dios me condujo a esta oración de Jeremías: "Castígame, oh
Jehová, mas con juicio; no con tu furor, para que no me aniquiles" (Jeremías
10:24).
Estas palabras de Jeremías se volvieron mi oración diaria durante ese tiempo
severo de prueba: "Señor, castígame y júzgame si debes. Pero por favor, ¡no
lo hagas en ira! Si oigo una palabra airada más, me destruirá. Por favor, no
me reduzcas a polvo, Señor. ¡Ya estoy por los suelos!"
Cuando terminé de orar, el Señor me respondió: "David, si elijo corregirte,
es porque te amo. Esta prueba, para nada es acerca de Mi juicio. Yo soy
misericordioso y amoroso para contigo, así que ¡quédate quieto y mira Mi
gloria!" Este conocimiento de Su gloria me llevó a través de todo, hasta un
lugar de descanso total y Dios me reivindicó por todos lados.
Amado, una vez que tienes esta revelación de la gloria de Dios, nunca más
tendrás temor de que Él te vaya a corregir en ira. Él lleva su vara en una
mano tierna y amorosa. Él te va a disciplinar, pero sólo en compasión de
gracia. Él nunca te hará daño ni te echará a un costado. ¿No debiera esto
hacer que nuestros corazones se derritan ante Él en adoración?
"Porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere"
(Proverbios 3:12).
DAVID WILKERSON
miércoles, 5 de marzo de 2014
JESÚS ES EL PACTO
Isaías se refería a Jesús cuando profetizó estas palabras: "Así dijo
Jehová: En tiempo aceptable te oí, y en el día de salvación te ayudé; y te
guardaré, y te daré POR PACTO AL PUEBLO, para que restaures la tierra, para
que heredes asoladas heredades" (Isaías 49:8, énfasis mío).
Como iglesia de Jesucristo, celebramos el anuncio profético de Isaías cada
Navidad. El profeta declara que Dios está a punto de enviar a Su Hijo como la
respuesta a cada clamor y oración. Pero este versículo implica más de lo que
usualmente asociamos con la historia del bebé en el pesebre. Se nos dice que
Jesús fue enviado en forma humana para revelar el pacto de Dios con el hombre:
"Te daré por pacto al pueblo".
Cuando Dios nos dio Su Nuevo Pacto, Él no estableció un nuevo sistema con un
conjunto nuevo de reglas. En lugar de ello, Él nos envió a una persona:
Jesús, como El Pacto.
El Antiguo Pacto era un conjunto de reglas basado en condiciones. Éste
declaraba: "Si tú haces esto o aquéllo, entonces Dios te dará vida. Pero si
no lo haces, te perderás la bendición de Dios". Por supuesto, el pueblo nunca
alcanzaba el estándar de Dios. No fueron capaces de guardar Su ley, la cual era
santa y pura, y, como resultado, sus vidas eran acosadas por la culpa, la
vergüenza y la desesperación.
En algún momento, decidimos que el Antiguo Pacto de Dios debía ser
modificado. Pero Jesús no vino para modificar un Pacto: Él vino como El
Pacto. Él no vino a mostrarnos las bendiciones de la gracia: Él es la
bendición de la gracia.
A lo largo de la historia de la iglesia, hombres como Lutero y Wesley han
enfatizado cuán importante es para el pueblo de Dios entender el Nuevo Pacto.
Ellos lo vieron como una cuestión de dividir correctamente la Palabra de Dios,
entendiendo lo que es la ley y lo que es la gracia. Si no somos capaces de
comprender esta materia, dijeron ellos, estamos condenados a una vida de
desesperación. Lutero y Wesley sabían que esto era verdad porque ellos mismos
habían experimentado dicha desesperación.
Esta es la diferencia: Bajo el Nuevo Pacto, la ley de Dios ya no era una norma
externa por la cual luchar. En cambio, Su ley sería escrita en nuestros
corazones a través del Espíritu Santo: "…el amor de Dios ha sido derramado
en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado" (Romanos 5:5).
Somos llenos del Espíritu Santo, la vida misma de Dios, para ayudarnos a
obedecer Su Santa Palabra. Cristo nos amó y se entregó por nosotros para que
podamos tener esta novedad de vida.
GARY WILKERSON
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