“No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué
vestiremos? (Porque los gentiles buscan todas estas cosas)” (Mateo 6:31-32).
Jesús nos dice que no nos preocupemos – del futuro o de nuestra familia, de
nuestros trabajos, o de cómo vamos a sobrevivir – porque ese es un estilo de
vida pagano. Jesús está hablando aquí de los que no tienen un Padre
celestial. Ellos no conocen a Dios como Dios quiere que lo conozcan, como un
Padre celestial cariñoso, proveedor, y amoroso.
“No os afanéis por el día de mañana” (v. 34). Con estas directas
palabras, Jesús nos ordena, “No pienses en ello, no te preocupes sobre lo
que pueda o no pueda suceder mañana. Tú no puedes cambiar tu situación. Y no
ganas nada al preocuparte. Con ello estás haciendo lo mismo que los paganos.”
Luego Jesús dice, “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y
todas estas cosas os serán añadidas” (v.33). En otras palabras, debes de
continuar amando a Jesús. Debes de continuar echando tus cargas sobre él.
Debes de continuar descansando en su fidelidad. Tu Padre celestial velará para
que todas las cosas esenciales sean provistas en tu vida.
Me pregunto si los ángeles están desconcertados por todas las preocupaciones
y ansiedades de aquellos que profesan confiar en Dios. Para ellos ha de ser muy
degradante y tan insultante al Señor, que nos preocupemos como si no
tuviéramos un Padre cariñoso en el cielo. Qué preguntas perplejas han de
hacerse los ángeles entre ellos: “¿No tienen ellos un Padre en el cielo?
¿No creen ellos que él los ama? ¿Acaso no les dijo que él sabe lo que
necesitan? ¿No creen que aquél que da de comer a las aves y a todo el reino
animal, también les dará de comer y de vestir a ellos? ¿Cómo pueden
mortificarse y preocuparse si saben que a él le pertenece todo el poder, todas
las riquezas, y puede suplir las necesidades de toda la creación? ¿Lo
acusarían a su Padre celestial de descuido, como si él no fuera verdadero a
su Palabra?
Tú tienes un Padre celestial. ¡Confía en él!
David Wilkerson
martes, 12 de julio de 2011
lunes, 11 de julio de 2011
SOMOS FAMILIA
Reclamar el poder que está en el nombre de Cristo, no es una verdad teológica
complicada que esté escondida. En mi biblioteca hay libros que han sido
escritos específicamente en el tema del nombre de Jesús. Los autores
escribieron para ayudar a los creyentes a entender las implicaciones profundas
que están escondidas en el nombre de Cristo. Pero, la mayoría de estos libros
son tan “profundos”, que los lectores no los entienden.
Yo creo que la verdad que se nos ha dado sobre el nombre de Jesús es tan
simple, que un niño puede entenderla. Es simplemente lo siguiente: Cuando
hacemos nuestra petición en el nombre de Jesús, debemos de estar persuadidos
que es igual que si Jesús mismo estuviese pidiéndole al Padre. Usted puede
preguntar, ¿Cómo es posible esto? Déjeme explicarle.
Nosotros sabemos que Dios amó a su Hijo. El habló con Jesús y le enseñó
mientras estuvo en la tierra. Y Dios no solamente escuchó sino también
respondió a cada pedido que su Hijo le hizo. Jesús testificó sobre esto
diciendo, “El siempre me escucha.” En otras palabras, el Padre nunca negó
a su Hijo ninguna petición.
Hoy día, todos los que creen en Jesús están revestidos del Hijo de Dios. Y
el Padre celestial nos recibe tan íntimamente como él recibe a su propio
Hijo. ¿Por qué? Es por nuestra unión espiritual con Cristo. A través de su
crucifixión y resurrección, Jesús nos ha hecho uno con el Padre. “Para que
todos sean uno; como tú oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean
uno en nosotros…Yo en ellos y tú en mí” (Juan 17:21-23).
Para ponerlo de una manera simple, ahora somos familia – somos uno con el
Padre, y uno con el Hijo. Hemos sido adoptados, con todos los derechos de
herencia que le pertenecen a un hijo. Esto significa que todo el poder y todos
los recursos del cielo están a nuestra disposición a través de Cristo.
Orar “en el nombre de Jesús” no es una fórmula. No es una frase que tiene
poder al simplemente pronunciárla. El poder está en creer que Jesús toma
nuestra causa y la lleva al Padre en sus propios méritos. El es el Abogado –
él está haciendo la petición por nosotros. El poder está en confiar
plenamente que Dios nunca le niega nada a su propio Hijo y que somos los
beneficiados de la fidelidad total que el Padre tiene con el Hijo.
David Wilkerson
complicada que esté escondida. En mi biblioteca hay libros que han sido
escritos específicamente en el tema del nombre de Jesús. Los autores
escribieron para ayudar a los creyentes a entender las implicaciones profundas
que están escondidas en el nombre de Cristo. Pero, la mayoría de estos libros
son tan “profundos”, que los lectores no los entienden.
Yo creo que la verdad que se nos ha dado sobre el nombre de Jesús es tan
simple, que un niño puede entenderla. Es simplemente lo siguiente: Cuando
hacemos nuestra petición en el nombre de Jesús, debemos de estar persuadidos
que es igual que si Jesús mismo estuviese pidiéndole al Padre. Usted puede
preguntar, ¿Cómo es posible esto? Déjeme explicarle.
Nosotros sabemos que Dios amó a su Hijo. El habló con Jesús y le enseñó
mientras estuvo en la tierra. Y Dios no solamente escuchó sino también
respondió a cada pedido que su Hijo le hizo. Jesús testificó sobre esto
diciendo, “El siempre me escucha.” En otras palabras, el Padre nunca negó
a su Hijo ninguna petición.
Hoy día, todos los que creen en Jesús están revestidos del Hijo de Dios. Y
el Padre celestial nos recibe tan íntimamente como él recibe a su propio
Hijo. ¿Por qué? Es por nuestra unión espiritual con Cristo. A través de su
crucifixión y resurrección, Jesús nos ha hecho uno con el Padre. “Para que
todos sean uno; como tú oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean
uno en nosotros…Yo en ellos y tú en mí” (Juan 17:21-23).
Para ponerlo de una manera simple, ahora somos familia – somos uno con el
Padre, y uno con el Hijo. Hemos sido adoptados, con todos los derechos de
herencia que le pertenecen a un hijo. Esto significa que todo el poder y todos
los recursos del cielo están a nuestra disposición a través de Cristo.
Orar “en el nombre de Jesús” no es una fórmula. No es una frase que tiene
poder al simplemente pronunciárla. El poder está en creer que Jesús toma
nuestra causa y la lleva al Padre en sus propios méritos. El es el Abogado –
él está haciendo la petición por nosotros. El poder está en confiar
plenamente que Dios nunca le niega nada a su propio Hijo y que somos los
beneficiados de la fidelidad total que el Padre tiene con el Hijo.
David Wilkerson
viernes, 8 de julio de 2011
LAS MENTIRAS DEL ENEMIGO
En nuestros momentos de prueba y tentación, Satanás viene a nosotros
trayéndonos mentiras como: “Estás completamente cercado y no tienes salida.
Siervos más fuertes que tú han caído en circunstancias menos difíciles.
Ahora te toca caera tí. Eres un fracaso, de otra manera no estarías pasando
por esto. Algo está mal en tu vida y Dios está descontento contigo”.
En medio de su prueba, Ezequías reconoció su incapacidad. Este rey se dio
cuenta de que no tenía la fuerza para detener las voces de ira en su contra,
voces de desánimo, de amenazas y de mentiras. El sabía que no podía librarse
de esta batalla, así que buscó al Señor para que lo ayudara. Y Dios le
respondió enviándole al profeta Isaías con este mensaje: “El Señor ha
oído tu clamor. Ahora, dile a Satanás que está a tu puerta: ‘Eres tú el
que caerá. Por el mismo camino por donde viniste, te irás. ”
Ezequías por poco cayó en el truco del enemigo. El hecho es que si no nos
ponemos de pie para enfrentar las mentiras de Satanás, si en nuestra hora de
crisis no nos agarramos de nuestra fe e inclinamos hacia la oración, si no
obtenemos fuerzas de las promesas de liberación que Dios nos ha dado, el
diablo se reirá de nuestra débil e inconstante fe e intensificará sus
ataques contra nosotros.
Ezequías cobró valor por la palabra que recibió y fue capaz de decirle con
firmeza a Senaquerib: “Rey Diablo, tú no has blasfemado mi nombre, sino el
de Dios mismo. Mi Señor me librará. ¡Y porque blasfemaste Su Nombre,
enfrentarás su ira!”
La Biblia nos dice que esa misma noche, Dios libró sobrenaturalmente a
Ezequías y a Judá: “Y aconteció que aquella misma noche salió el ángel
de Jehová, y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco
mil; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de
muertos.” (2 Reyes 19:35)
Hoy, los creyentes no están de pie sólo sobre una promesa sino sobre la
sangre derramada de Jesucristo. Y en esa sangre tenemos victoria sobre todo
pecado, tentación y batalla que alguna vez enfrentemos. Quizás recientemente
usted ha recibido una carta del diablo. Permítame preguntarle: “¿Cree usted
que Dios tiene el anticipado conocimiento respecto a cada una de sus pruebas,
cada uno de sus torpes movimientos, cada una de sus dudas y temores? Si es
así, usted cuenta con el ejemplo de David, el cual oró: “Este pobre clamó
y el Señor lo libró”. ¿Se atreverá usted a hacer lo mismo?
David Wilkerson
trayéndonos mentiras como: “Estás completamente cercado y no tienes salida.
Siervos más fuertes que tú han caído en circunstancias menos difíciles.
Ahora te toca caera tí. Eres un fracaso, de otra manera no estarías pasando
por esto. Algo está mal en tu vida y Dios está descontento contigo”.
En medio de su prueba, Ezequías reconoció su incapacidad. Este rey se dio
cuenta de que no tenía la fuerza para detener las voces de ira en su contra,
voces de desánimo, de amenazas y de mentiras. El sabía que no podía librarse
de esta batalla, así que buscó al Señor para que lo ayudara. Y Dios le
respondió enviándole al profeta Isaías con este mensaje: “El Señor ha
oído tu clamor. Ahora, dile a Satanás que está a tu puerta: ‘Eres tú el
que caerá. Por el mismo camino por donde viniste, te irás. ”
Ezequías por poco cayó en el truco del enemigo. El hecho es que si no nos
ponemos de pie para enfrentar las mentiras de Satanás, si en nuestra hora de
crisis no nos agarramos de nuestra fe e inclinamos hacia la oración, si no
obtenemos fuerzas de las promesas de liberación que Dios nos ha dado, el
diablo se reirá de nuestra débil e inconstante fe e intensificará sus
ataques contra nosotros.
Ezequías cobró valor por la palabra que recibió y fue capaz de decirle con
firmeza a Senaquerib: “Rey Diablo, tú no has blasfemado mi nombre, sino el
de Dios mismo. Mi Señor me librará. ¡Y porque blasfemaste Su Nombre,
enfrentarás su ira!”
La Biblia nos dice que esa misma noche, Dios libró sobrenaturalmente a
Ezequías y a Judá: “Y aconteció que aquella misma noche salió el ángel
de Jehová, y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco
mil; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de
muertos.” (2 Reyes 19:35)
Hoy, los creyentes no están de pie sólo sobre una promesa sino sobre la
sangre derramada de Jesucristo. Y en esa sangre tenemos victoria sobre todo
pecado, tentación y batalla que alguna vez enfrentemos. Quizás recientemente
usted ha recibido una carta del diablo. Permítame preguntarle: “¿Cree usted
que Dios tiene el anticipado conocimiento respecto a cada una de sus pruebas,
cada uno de sus torpes movimientos, cada una de sus dudas y temores? Si es
así, usted cuenta con el ejemplo de David, el cual oró: “Este pobre clamó
y el Señor lo libró”. ¿Se atreverá usted a hacer lo mismo?
David Wilkerson
jueves, 7 de julio de 2011
¡INSTRUCCIONES DETALLADAS Y DECISIONES CLARAS!
El propósito de Dios para cada uno de sus hijos es que nos rindamos al
gobierno y autoridad del Espíritu Santo.
“Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas
5:25). En otras palabras: “Si Él vive en ti, ¡déjalo dirigirte!”
Quiero mostrarles lo que significa caminar en el Espíritu. Yo aún no he
llegado a este glorioso caminar, pero, ¡estoy ganando terreno!
Hemos oído la expresión “andar en el Espíritu” durante toda nuestras
vidas, pero ¿qué significa en realidad? Creo que el capítulo 16 de Los
Hechos es uno de los mejores ejemplos de lo que quiere decir andar en el
Espíritu Santo.
El Espíritu Santo provee de instrucciones detalladas, absolutas y claras a
aquéllos que andan en él. Si usted anda en el Espíritu, entonces no anda en
confusión, sus decisiones no están nubladas.
Los primeros cristianos no caminaban en confusión. Ellos eran guiados por el
Espíritu en cada decisión, ¡cada paso, cada acción! El Espíritu les
hablaba y los dirigía en cada momento. No tomaban ninguna decisión sin
consultarle a Él. El lema de la iglesia a lo largo del Nuevo Testamento era:
“¡El que tiene oídos para oír, que oiga lo que el Espíritu dice!”
Comencé ministrando en la ciudad de Nueva York porque el Espíritu Santo me lo
dijo claramente: “Ve a la ciudad de Nueva York y levanta una iglesia”. Y me
dijo cuándo venir. Ni el diablo ni sus demonios podían moverme de esta
convicción, porque el Espíritu me había dado instrucciones detalladas.
Recuerdo estar parado entre Broadway y la Séptima Avenida, llorando y
levantando mis manos. El Espíritu Santo me dijo: “En esta misma área Yo voy
a levantar una iglesia. Obedéceme, David. ¡Comienza una iglesia en la ciudad
de Nueva York!” La Iglesia Times Esqueare no es un accidente. ¡Es el resultado
de instrucciones claras y detalladas del Espíritu Santo!
David Wilkerson
gobierno y autoridad del Espíritu Santo.
“Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas
5:25). En otras palabras: “Si Él vive en ti, ¡déjalo dirigirte!”
Quiero mostrarles lo que significa caminar en el Espíritu. Yo aún no he
llegado a este glorioso caminar, pero, ¡estoy ganando terreno!
Hemos oído la expresión “andar en el Espíritu” durante toda nuestras
vidas, pero ¿qué significa en realidad? Creo que el capítulo 16 de Los
Hechos es uno de los mejores ejemplos de lo que quiere decir andar en el
Espíritu Santo.
El Espíritu Santo provee de instrucciones detalladas, absolutas y claras a
aquéllos que andan en él. Si usted anda en el Espíritu, entonces no anda en
confusión, sus decisiones no están nubladas.
Los primeros cristianos no caminaban en confusión. Ellos eran guiados por el
Espíritu en cada decisión, ¡cada paso, cada acción! El Espíritu les
hablaba y los dirigía en cada momento. No tomaban ninguna decisión sin
consultarle a Él. El lema de la iglesia a lo largo del Nuevo Testamento era:
“¡El que tiene oídos para oír, que oiga lo que el Espíritu dice!”
Comencé ministrando en la ciudad de Nueva York porque el Espíritu Santo me lo
dijo claramente: “Ve a la ciudad de Nueva York y levanta una iglesia”. Y me
dijo cuándo venir. Ni el diablo ni sus demonios podían moverme de esta
convicción, porque el Espíritu me había dado instrucciones detalladas.
Recuerdo estar parado entre Broadway y la Séptima Avenida, llorando y
levantando mis manos. El Espíritu Santo me dijo: “En esta misma área Yo voy
a levantar una iglesia. Obedéceme, David. ¡Comienza una iglesia en la ciudad
de Nueva York!” La Iglesia Times Esqueare no es un accidente. ¡Es el resultado
de instrucciones claras y detalladas del Espíritu Santo!
David Wilkerson
miércoles, 6 de julio de 2011
¿CUÁN IMPORTANTE ES PERDONAR Y BENDECIR A NUESTROS ENEMIGOS?
Pablo escribe: “Dejad lugar a la ira de Dios” (Romanos 12:19). Él está
diciendo: “Soporten el daño. Ríndanlo y avancen. Vivan en el Espíritu”.
Sin embargo, si decidimos no perdonar las ofensas hechas a nosotros, vamos a
enfrentar las siguientes consecuencias:
* Llegaremos a ser más culpables que la persona que ocasionó la herida.
* La misericordia de Dios y su gracia hacia nosotros se apartarán. Luego, a
medida que las cosas comiencen a ir mal en nuestras vidas, no lo entenderemos,
porque estaremos en desobediencia.
* Los maltratos de nuestro perseguidor en contra nuestra,continuarán
robándonos la paz. El obtendrá la victoria al lograr herirnos de forma
permanente.
* En cuanto Satanás logre conducirnos a tener pensamientos de venganza, él
podrá llevarnos a pecados aun más mortales. Y cometeremos transgresiones aun
peores que éstas.
El escritor de Proverbios, aconseja: “La cordura del hombre detiene su furor,
y su honra es pasar por alto la ofensa” (Proverbios 19:11). En otras palabras,
no debemos hacer nada hasta que nuestra ira no haya menguado. Nunca debemos
tomar una decisión ni tomar medidas mientras estemos aún airados.
Cada vez que pasamos por alto las ofensas y perdonamos los pecados cometidos en
contra nuestra, traemos gloria a nuestro Padre celestial. Al hacerlo, nuestro
carácter es edificado. Cuando perdonamos como Dios perdona, Él nos lleva a
una revelación de favor y bendición que nunca conocimos.
Jesús nos dice que debemos amar a aquéllos que se han hecho nuestros
enemigos, haciendo tres cosas:
1. Debemos bendecirlos.
2. Debemos hacerles bien.
3. Debemos orar por ellos.
En Mateo 5:44 Jesús dice: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os
maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y
os persiguen.”
DAVID WILKERSON
diciendo: “Soporten el daño. Ríndanlo y avancen. Vivan en el Espíritu”.
Sin embargo, si decidimos no perdonar las ofensas hechas a nosotros, vamos a
enfrentar las siguientes consecuencias:
* Llegaremos a ser más culpables que la persona que ocasionó la herida.
* La misericordia de Dios y su gracia hacia nosotros se apartarán. Luego, a
medida que las cosas comiencen a ir mal en nuestras vidas, no lo entenderemos,
porque estaremos en desobediencia.
* Los maltratos de nuestro perseguidor en contra nuestra,continuarán
robándonos la paz. El obtendrá la victoria al lograr herirnos de forma
permanente.
* En cuanto Satanás logre conducirnos a tener pensamientos de venganza, él
podrá llevarnos a pecados aun más mortales. Y cometeremos transgresiones aun
peores que éstas.
El escritor de Proverbios, aconseja: “La cordura del hombre detiene su furor,
y su honra es pasar por alto la ofensa” (Proverbios 19:11). En otras palabras,
no debemos hacer nada hasta que nuestra ira no haya menguado. Nunca debemos
tomar una decisión ni tomar medidas mientras estemos aún airados.
Cada vez que pasamos por alto las ofensas y perdonamos los pecados cometidos en
contra nuestra, traemos gloria a nuestro Padre celestial. Al hacerlo, nuestro
carácter es edificado. Cuando perdonamos como Dios perdona, Él nos lleva a
una revelación de favor y bendición que nunca conocimos.
Jesús nos dice que debemos amar a aquéllos que se han hecho nuestros
enemigos, haciendo tres cosas:
1. Debemos bendecirlos.
2. Debemos hacerles bien.
3. Debemos orar por ellos.
En Mateo 5:44 Jesús dice: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os
maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y
os persiguen.”
DAVID WILKERSON
martes, 5 de julio de 2011
EL PELIGRO MÁS GRANDE
El peligro más grande que todos enfrentamos es no poder ver a Jesús en
nuestros problemas – en lugar de verlo, vemos fantasmas. En ese momento
crítico de miedo, cuando la noche es más negra y la tormenta es más
violenta, Jesús siempre se acerca a nosotros, para revelarse como el Señor
del diluvio, el Salvador en las tormentas. “Jehová preside en el diluvio y
se sienta Jehová como rey para siempre” (Salmo 29:10).
En Mateo 14, Jesús ordenó a sus discípulos subirse a una barca que
encararía una tormenta. La Biblia dice que él hizo a sus discípulos entrar a
la barca. Dicha barca sería víctima de aguas agitadas y zarandeada como un
corcho. ¿Dónde estaría Jesús? Él estaría arriba en las montañas, con su
vista en el mar y orando para que ellos no fallaran la prueba que él sabía
que tenían que atravesar.
Usted pensaría que por lo menos uno de los discípulos hubiera reconocido lo
que estaba sucediendo y hubiese dicho, “Miren amigos, Jesús dijo que él
nunca nos dejaría ni nos abandonaría. Él nos envió en esta misión; estamos
en el centro de su voluntad. Él dijo que él es el que ordena los pasos del
hombre justo. Miren otra vez. ¡Es nuestro Señor! ¡Él está ahí! Nunca
estuvimos fuera de su mirada.”
Pero ningún discípulo lo reconoció. Ellos no esperaban que él estuviese en
su tormenta. Nunca ellos esperaron que él estuviese con ellos, o aun cerca de
ellos, en una tormenta. Pero él llegó caminando sobre las aguas.
Sólo había una lección que aprender, sólo una. Era una lección simple, no
una que fuese profunda, mística, o que fuese como un terremoto. Jesús
simplemente quería que confiaran en que él era su Señor en medio de cada
tormenta que atravesaran en sus vidas. Él simplemente quería que ellos
mantuviesen su gozo y confianza aún en las horas más oscuras de sus pruebas.
Eso era todo.
David Wilkerson
nuestros problemas – en lugar de verlo, vemos fantasmas. En ese momento
crítico de miedo, cuando la noche es más negra y la tormenta es más
violenta, Jesús siempre se acerca a nosotros, para revelarse como el Señor
del diluvio, el Salvador en las tormentas. “Jehová preside en el diluvio y
se sienta Jehová como rey para siempre” (Salmo 29:10).
En Mateo 14, Jesús ordenó a sus discípulos subirse a una barca que
encararía una tormenta. La Biblia dice que él hizo a sus discípulos entrar a
la barca. Dicha barca sería víctima de aguas agitadas y zarandeada como un
corcho. ¿Dónde estaría Jesús? Él estaría arriba en las montañas, con su
vista en el mar y orando para que ellos no fallaran la prueba que él sabía
que tenían que atravesar.
Usted pensaría que por lo menos uno de los discípulos hubiera reconocido lo
que estaba sucediendo y hubiese dicho, “Miren amigos, Jesús dijo que él
nunca nos dejaría ni nos abandonaría. Él nos envió en esta misión; estamos
en el centro de su voluntad. Él dijo que él es el que ordena los pasos del
hombre justo. Miren otra vez. ¡Es nuestro Señor! ¡Él está ahí! Nunca
estuvimos fuera de su mirada.”
Pero ningún discípulo lo reconoció. Ellos no esperaban que él estuviese en
su tormenta. Nunca ellos esperaron que él estuviese con ellos, o aun cerca de
ellos, en una tormenta. Pero él llegó caminando sobre las aguas.
Sólo había una lección que aprender, sólo una. Era una lección simple, no
una que fuese profunda, mística, o que fuese como un terremoto. Jesús
simplemente quería que confiaran en que él era su Señor en medio de cada
tormenta que atravesaran en sus vidas. Él simplemente quería que ellos
mantuviesen su gozo y confianza aún en las horas más oscuras de sus pruebas.
Eso era todo.
David Wilkerson
lunes, 4 de julio de 2011
NO LE TEMA AL FRACASO
David Wilkerson
Cuando Adán pecó, él trató de esconderse de Dios. Cuando Pedro negó a
Cristo, él tenía temor de encararlo nuevamente. Cuando Jonás rehusó
predicar en Nínive, su temor lo impulsó hacia el océano, para huir de la
presencia del Señor.
Algo peor que el fracaso es el temor que viene junto con él. Adán, Jonás y
Pedro se alejaron de Dios no porque habían perdido su amor por él, sino
porque tenían temor de que él estuviera demasiado enojado con ellos como para
comprenderlos.
El acusador espera como un buitre a que usted falle de alguna manera. Entonces
él usa cada mentira del infierno para hacer que usted desista, para
convencerlo que Dios es muy santo, o que usted es muy pecador como para poder
ir a él. También el acusador le puede hacer pensar que usted no es lo
suficientemente perfecto o que nunca podrá superar su falla.
Tomó cuarenta años quitarle el temor a Moisés y hacerlo apto para ser usado
en el propósito de Dios. Si Moisés o Jacob o David se hubiesen resignado a
haber fallado, tal vez nunca más hubiésemos escuchado de ellos. Pero Moisés
se levantó y continuó, llegando a ser uno de los héroes más grandes de
Dios. Jacob confrontó sus pecados, se reunió con el hermano al que había
engañado, y alcanzó nuevas alturas de victoria. David corrió a la casa de
Dios, encontró perdón y paz, y retornó a su mejor etapa. Jonás volvió
sobre sus pasos, hizo lo que se había rehusado a hacer, y llevó a toda una
ciudad al arrepentimiento. Pedro se levantó de las cenizas de su negación
para liderar una iglesia al Pentecostés.
En 1958, estaba sentado en mi pequeño carro llorando; pensando que yo era un
terrible fracaso. Me habían echado a empujones fuera de una Corte Judicial
después de que yo había creído ser guiado por Dios a predicarles a siete
jóvenes asesinos. Mi intento de obedecer a Dios y ayudar a esos jóvenes
rufianes parecía haber terminado en un horrible fracaso.
Me estremezco de pensar cuanta bendición me hubiese perdido si me hubiese
rendido en esa hora oscura. Cuán contento estoy hoy día de que Dios me
enseñó a encarar mi fracaso y dar el siguiente paso que él tenía para mí.
David Wilkerson
Cuando Adán pecó, él trató de esconderse de Dios. Cuando Pedro negó a
Cristo, él tenía temor de encararlo nuevamente. Cuando Jonás rehusó
predicar en Nínive, su temor lo impulsó hacia el océano, para huir de la
presencia del Señor.
Algo peor que el fracaso es el temor que viene junto con él. Adán, Jonás y
Pedro se alejaron de Dios no porque habían perdido su amor por él, sino
porque tenían temor de que él estuviera demasiado enojado con ellos como para
comprenderlos.
El acusador espera como un buitre a que usted falle de alguna manera. Entonces
él usa cada mentira del infierno para hacer que usted desista, para
convencerlo que Dios es muy santo, o que usted es muy pecador como para poder
ir a él. También el acusador le puede hacer pensar que usted no es lo
suficientemente perfecto o que nunca podrá superar su falla.
Tomó cuarenta años quitarle el temor a Moisés y hacerlo apto para ser usado
en el propósito de Dios. Si Moisés o Jacob o David se hubiesen resignado a
haber fallado, tal vez nunca más hubiésemos escuchado de ellos. Pero Moisés
se levantó y continuó, llegando a ser uno de los héroes más grandes de
Dios. Jacob confrontó sus pecados, se reunió con el hermano al que había
engañado, y alcanzó nuevas alturas de victoria. David corrió a la casa de
Dios, encontró perdón y paz, y retornó a su mejor etapa. Jonás volvió
sobre sus pasos, hizo lo que se había rehusado a hacer, y llevó a toda una
ciudad al arrepentimiento. Pedro se levantó de las cenizas de su negación
para liderar una iglesia al Pentecostés.
En 1958, estaba sentado en mi pequeño carro llorando; pensando que yo era un
terrible fracaso. Me habían echado a empujones fuera de una Corte Judicial
después de que yo había creído ser guiado por Dios a predicarles a siete
jóvenes asesinos. Mi intento de obedecer a Dios y ayudar a esos jóvenes
rufianes parecía haber terminado en un horrible fracaso.
Me estremezco de pensar cuanta bendición me hubiese perdido si me hubiese
rendido en esa hora oscura. Cuán contento estoy hoy día de que Dios me
enseñó a encarar mi fracaso y dar el siguiente paso que él tenía para mí.
David Wilkerson
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