miércoles, 15 de junio de 2011

DIOS NUNCA, NUNCA NOS HA FALLADO

No importa lo que pase con la economía, no importa la crisis que enfrentemos,
no importa qué pena o problema venga a nuestro camino – NUESTRO BENDITO
SEÑOR NOS ESTÁ GUIANDO Y CUIDANDO DE NOSOTROS EN CADA PASO QUE DAMOS.

Dios finalmente repudió a aquellos que rescató de Egipto, porque ellos
dudaron y lo limitaron después de haber sido milagrosamente abrazados en sus
brazos amorosos. No es que simplemente Dios quiera que confiemos en él durante
los tiempos difíciles – él lo demanda. Por eso es que las Escrituras nos
advierten tan fuertemente sobre la incredulidad. Se nos dice que entristece al
Señor y nos cierra la puerta a cada bendición y buenas obras que él nos ha
prometido. Nuestra incredulidad, convierte cada promesa en “inefectiva.”

Para nosotros en la ciudad de Nueva York, esto no es una teología muerta.
Tenemos que practicar lo que predicamos para poder sobrevivir cada día. Si no
confiáramos plenamente en las promesas del Señor y dependiésemos de Jesús
con todo lo que hay en nosotros, nos paralizaríamos de miedo y pánico. Las
calles aquí son como zonas de guerra; las personas viven en constante temor y
peligro, y los transeúntes son asesinados a diestra y siniestra. Los costos
para cuidar a los que ministramos son pesados, y las necesidades de las
personas dolientes son enormes. SI NO DESCANSÁRAMOS EN LAS PROMESAS
INQUEBRANTABLES DE DIOS, ESTARÍAMOS ABRUMADOS.

Pero no estamos abrumados – no tenemos miedo. Mientras los problemas se hacen
peores, nosotros nos volvemos más fuertes en el poder del Espíritu Santo.


David Wilkerson

martes, 14 de junio de 2011

Salmos 68

Que se levante Dios,
que sean dispersados sus enemigos,
que huyan de su presencia los que le odian.
Que desaparezcan del todo,
como humo que se disipa con el viento;
que perezcan ante Dios los impíos,
como cera que se derrite en el fuego.
Pero que los justos se alegren y se regocijen;
que estén felices y alegres delante de Dios.

YO ORO QUE USTED ESTÉ DISFRUTANDO DE LA PRESENCIA DEL SEÑOR

Hay un texto en el hebreo original que me ha bendecido grandemente, y quiero
compartirlo con usted. “Se acercaron a la maldad los que me persiguen; se
alejaron de tu ley. Cercano estás tú, oh Jehová, y todos tus mandamientos
son verdad” (Salmo 119:150-151). Hellen Spurrell lo traduce así: “Cuando
los perseguidores se me acercaron, eran de los que estaban lejos de tu ley;
entonces tú, oh Jehová, estabas cerca con todos tus fieles mandamientos.”

Principados y poderes demoníacos habían cercado a David, tratando de traer
ruina y destrucción a él y a Israel. Pero este hombre de Dios testificó que
mientras el enemigo se acercaba, él confió que Dios se acercaba aún más a
él. David dijo que Dios lo sostuvo de su mano derecha y caminó con él
guiándolo a través de cada asalto del enemigo.

Aquí en el testimonio de David hay una promesa maravillosa para usted y para
mí. Podemos estar seguros que Satanás quiere destruirnos, molestarnos, y
derribar a todo al que ama al Señor. El enemigo hará todo lo que está en su
poder para arrastrarnos a su pozo de desesperación, confusión, culpa y
condenación.

¿Tiene usted algunos “perseguidores” satánicos que están viniendo contra
usted ahora mismo? ¿Tentaciones abrumadoras? ¿Pruebas? ¿Cargas financieras?
¿Problemas matrimoniales o familiares? ¿Problemas en sus negocios? Cuando sus
perseguidores se le acerquen para destruirlo, anime su corazón, el Señor Dios
Todopoderoso está aún más cerca de usted que ellos – y si él está cerca,
él actuará en su ayuda. Yo no puedo imaginar que Dios esté cerca de algún
hijo suyo y que no haga nada, permitiéndole al diablo abusar o corromper a su
amado hijo de alguna manera.

Lea el Salmo 68:1-4 y vea lo que Dios ha prometido hacer por usted si tan sólo
confía en él. Usted puede proclamar estos cuatro versos ahora y durante todo
el año. Memorice estos versos, párese firme en ellos, y Dios hará huir a sus
enemigos.

miércoles, 8 de junio de 2011

LOS SECRETOS DEL SEÑOR

Mateo nos dice que Jesús hablaba a las multitudes con parábolas: “Todo esto
habló Jesús por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba, para
que se cumpliera lo que dijo el profeta: Abriré en parábolas mi boca;
declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo.” (Mateo
13:34–35).

Hoy en día a muchos cristianos las parábolas les parecen muy simples. Sin
embargo, de acuerdo con Cristo, cada parábola contiene un increíble secreto.
Existe una verdad oculta sobre el reino en cada parábola que Jesús mencionó.
Y esta verdad es descubierta solamente por aquellos que diligentemente la
buscan.

Muchos creyentes leen las parábolas superficial y rápidamente. Ellos piensan
que están leyendo una lección evidente y por lo tanto, la leen rápidamente y
siguen adelante; o también desestiman el significado de la parábola al no
aplicarla a sus vidas.

La Biblia afirma claramente que hay secretos de parte del Señor: “Mas su
comunión íntima es con los justos” (Proverbios 3:32). Estos secretos han
sido desconocidos desde la fundación del mundo, pero Mateo nos dice que fueron
ocultados en las parábolas de Jesús. Estas verdades encubiertas tienen el
poder de verdaderamente liberar a los cristianos. No obstante pocos tienen el
deseo de pagar el alto costo para descubrirlas.

Examine conmigo una de las parábolas del Señor.

“También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas
perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que
tenía, y la compró” (Mateo 13:45–46). ¿Quién es el mercader en esta
parábola? De acuerdo con la raíz griega, este hombre era un viajero mercader
de artículos al por mayor. Dicho comerciante también hacía avalúos. En
otras palabras, su mayor ingreso provenía de evaluar costosas perlas por su
calidad y valor.

Sabemos que Jesús es la perla de gran precio que este mercader encuentra. Él
es muy costoso, tiene un valor incalculable pues el mercader vende todas sus
posesiones para poseerlo. Creo que encontramos el valor de la perla en los
propósitos eternos de Dios. Evidentemente, la perla le perteneció al Padre.
El poseyó a Cristo como todo padre posee a su propio hijo. Inclusive, Jesús
es la posesión más valiosa y atesorada del Padre. Solamente una cosa podría
provocar al Padre renunciar a esta preciosa perla. Y él lo hizo como producto
de su amor.

Cristo es el cofre del tesoro en el madrigal. Y en él, yo he encontrado todo
lo que necesito. No hay más necesidad de tratar de encontrar un propósito en
el ministerio. No hay más necesidad de buscar mi propia realización en mi
familia y amistades. No hay más necesidad de construir algo para Dios, de
buscar éxito o de hacerme sentir útil. No hay más necesidad de tratar de
manejar a las multitudes o de probarles algo. No hay más búsqueda por agradar
a la gente. No hay más intentos para razonar o pensar medios para salir de mis
adversidades.
Yo he encontrado lo que he estado buscando. Mi tesoro, mi perla, es Cristo. Y
todo lo que el Dueño requiere de mi es “David, te amo. Déjame adoptarte. Yo
ya he firmado los documentos requeridos con la sangre de mi propio hijo. Ahora
ya eres coheredero con él de todo lo que yo poseo.”

¡Qué oferta!. Yo renuncio a mis sucios andrajos de autosuficiencia y buenas
obras. Hago a un lado mis zapatos rotos por tanto luchar. Dejo atrás mis
noches sin sueño y deambulando en las calles del miedo y la duda. Y a cambio,
soy adoptado por un rey. Esto es lo que sucede cuando busco la perla, el tesoro
hasta que lo encuentro a él. Jesús le ofrece a usted todo lo que él es. Él
le trae gozo, paz, propósito y santidad. Él se convierte en su todo -su
caminar, su dormir, sus mañanas, sus tardes y sus noches.


David Wilkerson

martes, 7 de junio de 2011

QUE LA PAZ DE DIOS GOBIERNE EN SU CORAZÓN

El Espíritu me ha estado poniendo muy en claro que todas mis oraciones son
totalmente en vano a no ser que ore en fe. Yo puedo llorar, ayunar, interceder,
agonizar y afanarme en oración, y no hacer ningún impacto en el Señor – a
no ser que haga todo esto con una fe simple, como la de un niño.



Sin fe, Dios no actuará en nuestro beneficio. La Palabra dice, “No piense,
pues, quien tal haga [el que duda], que recibirá cosa alguna del Señor”
(Santiago 1:7).



El Señor nos manda a confiar en él. Pero muy a menudo tenemos muy poca
confianza en él, limitada fe en su buena disposición y deseo de contestar el
clamor de nuestro corazón. Cuando lleguemos al cielo, estaremos asombrados de
descubrir todas las bendiciones, paz y poder que teníamos a nuestra
disposición pero que no llegamos a apropiarnos por nuestra débil fe.



ESTOY SIENDO MOVIDO GRANDEMENTE POR EL ESPÍRITU SANTO A DESAFIARLO A AUMENTAR
SU FE. Pídale al Señor que perdone su incredulidad y que llene su alma con
confianza en la disposición que él tiene de responder abundantemente a sus
sinceras oraciones.



¿Quiere usted una fe aumentada? Cuando vaya a orar nuevamente, use las
siguientes Escrituras para entrar en razón con el Señor. Él no negará su
propia Palabra. Aprópiese de éstas:

Salmo 62:8
Salmo 91:4
Salmo 56:3
Proverbios 30:5
Jeremías 29:10-14



¡Siga agarrándose de su fe! Él le contestará y pronto.

David Wilkerson

jueves, 2 de junio de 2011

SU BATALLA ES DEL SEÑOR (2Crónicas 30:15)

La razón por la cual estoy escribiendo esto, es para recordarle que la batalla
que usted está enfrentando no es suya, sino del Señor. Si usted es un hijo de
Dios, puede estar seguro que Satanás se “enfurecerá contra ustedes.”

En 2 Crónicas 20, una gran multitud vino contra el pueblo de Dios. El rey
Josafat y su gente propusieron en sus corazones buscar a Dios y ayunar. El rey
clamó a Dios con una oración que la mayoría de nosotros ha orado en nuestro
caminar espiritual: “En nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que
viene contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos”
(20:12). “Vino el Espíritu de Jehová en medio de la reunión…Jehová os
dice así: No temáis ni os amedrentéis…porque no es vuestra la guerra, sino
de Dios” (20:14-15).

Isaías dio esta advertencia a todas las fuerzas satánicas: “¿A quién
vituperaste, y a quién blasfemaste? ¿Contra quién has alzado tu
voz?...Contra el Santo de Israel” (Isaías 37:23).

Dios le dijo a su pueblo Israel, y él nos dice hoy día: “La batalla no es
contra ustedes. Es la furia de Satanás contra mí, el Señor que habita en
vosotros”. Dios le dijo a Satanás, “He conocido tu condición, tu salida y
tu entrada, y tu furor contra mí” (37:28).

Yo le pregunto a usted: ¿Dónde está su batalla? ¿En su matrimonio? ¿En su
negocio o en su trabajo? ¿En sus finanzas? ¿En su salud? ¿Se intensifica la
batalla día tras día? Si usted tiene un corazón devoto a Jesús y un deseo
de aferrarse a él, usted enfrentará la rabia del infierno. Pero ésta sigue
no siendo su batalla.

Usted puede terminar su batalla rápidamente si así lo decide – simplemente
rindiendose o entregándose a sus miedos y temores. Satanás no molestará a
aquellos que pierden su confianza en el Señor.

Sí, la batalla es del Señor, pero nosotros tenemos una parte en ella – y
ésta es confiar y creer en sus promesas cuando enfrentamos desesperanza y lo
que parece ser imposible. “¿Por qué dices, oh Jacob, y hablas tú, Israel:
Mi camino está escondido de Jehová, y de mi Dios pasó mi juicio?” (Isaías
40:27).

La fe demanda que yo entregue todos mis problemas – todas mis situaciones
críticas, todos mis miedos, todas mis ansiedades – en las manos del Señor.
Cuando he hecho todo lo que puedo hacer y cuando sé que mi batalla va más
allá de mi poder, yo debo someter todo en sus manos.

Nuestro Señor sabe de la furia de Satanás y debemos verdaderamente creer que
él actuará. Él nos ayudará a pasar por las muchas aguas y por los fuegos, y
hará huir a todos nuestros enemigos espirituales. Esta es la Palabra de Dios
acerca de lo que él hará: “Porque contra mí te airaste…y ha subido a mis
oídos; pondré, pues mi garfio en tu nariz, y mi freno en tus labios, y te
haré volver por el camino por donde viniste” (Isaías 37:29).

Si usted permanece agarrado de su fe – confiando en él, descansando en sus
promesas, rechazando todas las mentiras de Satanás que vengan a su mente –
entonces esté a la expectativa que Dios vendrá con su Espíritu a su
situación, y pondrá un fin esperado a su batalla en particular. Él moverá
cielos y tierra para librarlo y hacer un camino. El camino de salida es
¡confiar, confiar, confiar! Él es quien “hace cesar las guerras” (Salmo
46:9).



DAVID WILKERSON

miércoles, 1 de junio de 2011

PROMESAS

Nuestra gran necesidad de paciencia se repite a lo largo del libro de Hebreos:

• “Cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por
otro mayor, juró por sí mismo diciendo....Y habiendo esperado con paciencia,
alcanzó la promesa. (Hebreos 6:13-15, itálicas mías).
• “A fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de
aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas” (6:12).
• “Pues os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la
voluntad de Dios, obtengáis la promesa” (10:36).

Dios nos ha dado maravillosas promesas -romper toda atadura del pecado, darnos
poder para vencer todo dominio del pecado, darnos un nuevo corazón, limpiarnos
y santificarnos, conformarnos a la imagen de Cristo. Su palabra nos asegura,
“A aquel que es poderoso para guardaros sin caída y presentaros sin mancha
delante de su gloria con gran alegría”(Judas 24).

No obstante, Dios hace todas estas cosas en su tiempo, acorde a su itinerario
divino. Él no tiene fechas límite que lo presionen. Él ignora todas las
demandas que apelan a una cura instantánea y total. En resumen, la verdadera
fe demanda de nuestra parte que pacientemente esperemos en el Señor. Nuestra
respuesta a Él debiera ser, “Señor, yo creo que tú eres fiel a tu Palabra.
Y por el poder de tu Espíritu dentro de mi, voy a esperar pacientemente hasta
que hagas que estas cosas sucedan en mi vida. Mi responsabilidad es permanecer
en la fe, esperando en ti.”

Tal vez usted soportará terribles tribulaciones y tentaciones. E incluso usted
podrá escuchar horribles mentiras que Satanás le suspirará al oído. En
ocasiones, usted podrá fallar. Es más, usted podrá preguntarse si algún
día alcanzará la meta. Sin embago, mientras usted soporte sus aflicciones, si
usted simplemente se agarra de su fe con paciencia -confiando en que Dios está
obrando, guardando su Palabra, siendo Jehová Tsidkenu—Él lo verá como
justo. Él ha hecho un juramento, “Por fe, usted recibirá la promesa.”

Pablo nos brinda lo que Dios define como justo en Romanos 4:20-23: “[Abraham]
Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció
por la fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también
poderoso para hacer todo lo que había prometido.Por eso, también su fe le fue
contada por justicia. Pero no solo con respecto a él se escribió que le fue
contada.”

La Biblia no lo puede dejar más claro. La justicia es creer en las promesas de
Dios, estar completamente convencidos de que Él cumplirá su palabra. De manera
contraria, la incredulidad es tambalearse ante sus promesas, dudar que Dios
hará lo que prometió.

David Wilkerson