jueves, 19 de mayo de 2011
miércoles, 18 de mayo de 2011
PERDONADO
Jesús nos dice: "De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra y cree al
que me envió, tiene vida eterna y no vendrá a condenación, mas ha pasado de
muerte a vida" (Juan 5:24). La palabra griega que Jesús usa aquí para
condenación es juicio. Él está diciendo, "Si crees en mí, no vendrás a
juicio, sino que pasarás de la muerte a la vida."
En efecto, la Escritura nos dice de principio a fin que una vez que el Señor
perdona nuestros pecados, Él los borra de su memoria.
"Yo, Yo Soy el que borro tus rebeliones por amor de mí, y no me acordaré de
tus pecados" (Isaías 43:25).
"Yo deshice como a una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados: vuelve a
mí, porque yo te redimí" (Isaías 44:22).
"Yo les perdonaré su iniquidad, y no me acordaré más de su pecado"
(Jeremías 31:34).
"Yo seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré sus pecados ni
de sus iniquidades" (Hebreos 8:12).
"Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice Jehová
el Señor. Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré,
y de sus pecados e iniquidades no me acordaré más "(Hebreos 10:16-17).
"El volverá, a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras
iniquidades, y echará todos nuestros pecados a las profundidades del mar"
(Miqueas 7:19).
Aquí hay abundancia de buenas noticias para todos los cristianos que alguna
vez hayan sudado, que se hayan esforzado y trabajado para morir a las obras de
la carne en sus propias fuerzas. ¿Esto lo incluye a usted? ¿Cuántas promesas
le ha hecho a Dios sólo para romperlas? ¿Cuántas veces ha tratado de
complacer al Señor luchando para abandonar su propia lujuria y hábitos para
fallar una vez más?
En el libro de Miqueas encontramos una buena noticia para usted: "Yo, El
Señor, someteré todas tus iniquidades." Dios nos da ejemplos tras ejemplos de
cómo Él borra los pecados de su memoria. Él los elimina, no se acuerda más
de ellos, los entierra en el mar. Cuando Dios dice que Él los "somete"
significa que los persigue y captura.
Isaías incluso nos dice que Dios toma nuestros pecados y los lanza por encima
de su hombro. "Porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados" (Isaías
38:17). Esto significa que Dios nunca mirará nuestros pecados o los
reconocerá otra vez.
Ahora déjeme preguntarle, si Dios se olvida de nuestros pecados, ¿por qué
nosotros no? ¿por qué siempre le permitimos al diablo desenterrar algo del
estiércol o del fango de nuestro pasado y ondearlo en nuestra cara, cuando
todos nuestros pecados ya han sido cubiertos por la sangre de Cristo?
La limpieza y el poder de perdonar en la sangre de Cristo lo abarca todo.
¡Cubre nuestra vida entera!
David Wilkerson
que me envió, tiene vida eterna y no vendrá a condenación, mas ha pasado de
muerte a vida" (Juan 5:24). La palabra griega que Jesús usa aquí para
condenación es juicio. Él está diciendo, "Si crees en mí, no vendrás a
juicio, sino que pasarás de la muerte a la vida."
En efecto, la Escritura nos dice de principio a fin que una vez que el Señor
perdona nuestros pecados, Él los borra de su memoria.
"Yo, Yo Soy el que borro tus rebeliones por amor de mí, y no me acordaré de
tus pecados" (Isaías 43:25).
"Yo deshice como a una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados: vuelve a
mí, porque yo te redimí" (Isaías 44:22).
"Yo les perdonaré su iniquidad, y no me acordaré más de su pecado"
(Jeremías 31:34).
"Yo seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré sus pecados ni
de sus iniquidades" (Hebreos 8:12).
"Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice Jehová
el Señor. Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré,
y de sus pecados e iniquidades no me acordaré más "(Hebreos 10:16-17).
"El volverá, a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras
iniquidades, y echará todos nuestros pecados a las profundidades del mar"
(Miqueas 7:19).
Aquí hay abundancia de buenas noticias para todos los cristianos que alguna
vez hayan sudado, que se hayan esforzado y trabajado para morir a las obras de
la carne en sus propias fuerzas. ¿Esto lo incluye a usted? ¿Cuántas promesas
le ha hecho a Dios sólo para romperlas? ¿Cuántas veces ha tratado de
complacer al Señor luchando para abandonar su propia lujuria y hábitos para
fallar una vez más?
En el libro de Miqueas encontramos una buena noticia para usted: "Yo, El
Señor, someteré todas tus iniquidades." Dios nos da ejemplos tras ejemplos de
cómo Él borra los pecados de su memoria. Él los elimina, no se acuerda más
de ellos, los entierra en el mar. Cuando Dios dice que Él los "somete"
significa que los persigue y captura.
Isaías incluso nos dice que Dios toma nuestros pecados y los lanza por encima
de su hombro. "Porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados" (Isaías
38:17). Esto significa que Dios nunca mirará nuestros pecados o los
reconocerá otra vez.
Ahora déjeme preguntarle, si Dios se olvida de nuestros pecados, ¿por qué
nosotros no? ¿por qué siempre le permitimos al diablo desenterrar algo del
estiércol o del fango de nuestro pasado y ondearlo en nuestra cara, cuando
todos nuestros pecados ya han sido cubiertos por la sangre de Cristo?
La limpieza y el poder de perdonar en la sangre de Cristo lo abarca todo.
¡Cubre nuestra vida entera!
David Wilkerson
martes, 17 de mayo de 2011
LA META DE DIOS PARA NOSOTROS ES PAZ Y DESCANSO
La meta fundamental que Dios tiene para con todos sus hijos es una vida
abundante. Él nunca tuvo la intención de que nosotros viviéramos enfocados
en nuestros pecados y fracasos. La buena noticia es que servimos a un Dios de
amor absoluto – un Dios de misericordias el cual desea llevar a sus amados
hijos a un lugar superior a todas sus angustias. Pero nosotros no podemos tomar
nuestro lugar, sentados con Cristo en los lugares celestiales, hasta que nos
identifiquemos totalmente con su muerte y resurrección.
No puede haber una brecha hacia una vida ascendida sin haber experimentado
primero la muerte en la cruz. El Espíritu Santo ha puesto dentro de nosotros
el conocimiento de que no podemos vivir verdaderamente hasta que muramos por
completo. Pareciera que tenemos entendimiento acerca de nuestra cita con la
muerte, un destino que tiene que ver con la cruz de Cristo.
Observe dónde nos encontramos actualmente, nuestros temores, vacíos, soledad,
fracasos, y cómo estamos cediendo al pecado. Considere cuán poco realmente
poseemos de la paz que el Señor nos prometió. Nos hemos quedado muy lejos de
lo que un cristiano victorioso debiera ser. Sin embargo, sabemos que la Palabra
de Dios habla claramente de victoria, paz y liberación del dominio del pecado.
Hemos visto algunos cristianos que han podido lograr entrar a esa hermosa vida
de seguridad y quisiéramos preguntarles: ¿Cómo pudo usted llegar a esa
victoria? Y luego nos preguntamos cómo podemos nosotros lograrlo.
El Espíritu Santo debe traernos a la cruz y hacernos enfrentar la realidad de
morir al mundo y al pecado. El momento en que comencemos a buscar al Señor
diligentemente con un deseo de someternos a su señorío en todas las cosas,
entonces seremos atraídos irresistiblemente por el Espíritu. Seremos llevados
hasta el final de nosotros mismos, despojados, debilitados, y sin confianza en
nuestra carne.
Yo estoy convencido que el Espíritu Santo está trayendo a su iglesia de
vuelta a las gloriosas verdades de identificarse con la vida de Cristo en
muerte, resurrección y ascensión.
La muerte puede ser muy aterradora, especialmente si usted no puede ver la
gloria al otro lado de ella. Pero Cristo nos asegura de su amor perpetuo a
pesar de nuestros fracasos, y nos da paz y el gozo de su vida de resucitada.
David Wilkerson
abundante. Él nunca tuvo la intención de que nosotros viviéramos enfocados
en nuestros pecados y fracasos. La buena noticia es que servimos a un Dios de
amor absoluto – un Dios de misericordias el cual desea llevar a sus amados
hijos a un lugar superior a todas sus angustias. Pero nosotros no podemos tomar
nuestro lugar, sentados con Cristo en los lugares celestiales, hasta que nos
identifiquemos totalmente con su muerte y resurrección.
No puede haber una brecha hacia una vida ascendida sin haber experimentado
primero la muerte en la cruz. El Espíritu Santo ha puesto dentro de nosotros
el conocimiento de que no podemos vivir verdaderamente hasta que muramos por
completo. Pareciera que tenemos entendimiento acerca de nuestra cita con la
muerte, un destino que tiene que ver con la cruz de Cristo.
Observe dónde nos encontramos actualmente, nuestros temores, vacíos, soledad,
fracasos, y cómo estamos cediendo al pecado. Considere cuán poco realmente
poseemos de la paz que el Señor nos prometió. Nos hemos quedado muy lejos de
lo que un cristiano victorioso debiera ser. Sin embargo, sabemos que la Palabra
de Dios habla claramente de victoria, paz y liberación del dominio del pecado.
Hemos visto algunos cristianos que han podido lograr entrar a esa hermosa vida
de seguridad y quisiéramos preguntarles: ¿Cómo pudo usted llegar a esa
victoria? Y luego nos preguntamos cómo podemos nosotros lograrlo.
El Espíritu Santo debe traernos a la cruz y hacernos enfrentar la realidad de
morir al mundo y al pecado. El momento en que comencemos a buscar al Señor
diligentemente con un deseo de someternos a su señorío en todas las cosas,
entonces seremos atraídos irresistiblemente por el Espíritu. Seremos llevados
hasta el final de nosotros mismos, despojados, debilitados, y sin confianza en
nuestra carne.
Yo estoy convencido que el Espíritu Santo está trayendo a su iglesia de
vuelta a las gloriosas verdades de identificarse con la vida de Cristo en
muerte, resurrección y ascensión.
La muerte puede ser muy aterradora, especialmente si usted no puede ver la
gloria al otro lado de ella. Pero Cristo nos asegura de su amor perpetuo a
pesar de nuestros fracasos, y nos da paz y el gozo de su vida de resucitada.
David Wilkerson
lunes, 16 de mayo de 2011
GUARDADOS POR EL PODER DE DIOS
Pedro dijo, “…sois guardados por el poder de Dios, mediante la fe, para
alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo
final” (1 Pedro 1:5). A través de esta profecía observo que en estos
últimos tiempos Dios va a revelar a su pueblo una vez más su poder guardador.
Cristo oró al Padre concerniente a sus discípulos: “Cuando estaba con ellos
en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé y
ninguno de ellos se perdió” (Juan 17:12). Los discípulos no se guardaron
ellos mismos en la voluntad de Dios, ellos fueron guardados por un grandioso
poder fuera de ellos mismos. Ellos no pudieron haber terminado ningún día sin
el poder guardador de Cristo.
Qué gloriosa oración Cristo oró a nuestro favor: “No ruego que los quites
del mundo, sino que los guardes del mal” (Juan 17:15).
En el Griego, la palabra guardar es muy expresiva. En 1 Pedro 1:5, ésta
significa:
• Establecer un puesto militar.
• Guardar, resguardar, proteger con una guarnición.
• Establecer una fortaleza con una línea militar completa, con
todas sus armas militares.
• Reconocer al enemigo por adelantado y proteger del peligro.
El Señor no es solamente una torre fuerte, sino también establece en nosotros
un puesto militar resguardado por un ejército completamente equipado.
Actualmente, nos convertimos en un poderoso puesto militar con ejércitos de
soldados, caballos, carros listos para el combate, y con un centinela que ve
venir al enemigo muy por adelantado.
Jesús oró, “…que los guardes del mal” La palabra guardar significa:
• Liberar de un efecto o influencia de cualquier cosa mala, malvada,
cruel, perjudicial, lujurioso, malicioso, o perverso.
• Liberar del mismo Satanás y de todo lo que es corrupto o enfermo.
Si resume todo lo anterior parecería demasiado bueno para creerlo. Somos un
puesto militar de Dios, protegido por una armada espiritual equipada
completamente con innumerables caballos, carros y soldados armados para la
batalla, completamente informados de cada plan y artimaña del enemigo –
totalmente resguardada contra Satanás y todos los poderes demoniacos en el
universo. Ahora tal vez podamos entender lo que las Escrituras quieren decir
cuando proclaman, “Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el
mundo” (1 Juan 4:4).
David Wilkerson
alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo
final” (1 Pedro 1:5). A través de esta profecía observo que en estos
últimos tiempos Dios va a revelar a su pueblo una vez más su poder guardador.
Cristo oró al Padre concerniente a sus discípulos: “Cuando estaba con ellos
en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé y
ninguno de ellos se perdió” (Juan 17:12). Los discípulos no se guardaron
ellos mismos en la voluntad de Dios, ellos fueron guardados por un grandioso
poder fuera de ellos mismos. Ellos no pudieron haber terminado ningún día sin
el poder guardador de Cristo.
Qué gloriosa oración Cristo oró a nuestro favor: “No ruego que los quites
del mundo, sino que los guardes del mal” (Juan 17:15).
En el Griego, la palabra guardar es muy expresiva. En 1 Pedro 1:5, ésta
significa:
• Establecer un puesto militar.
• Guardar, resguardar, proteger con una guarnición.
• Establecer una fortaleza con una línea militar completa, con
todas sus armas militares.
• Reconocer al enemigo por adelantado y proteger del peligro.
El Señor no es solamente una torre fuerte, sino también establece en nosotros
un puesto militar resguardado por un ejército completamente equipado.
Actualmente, nos convertimos en un poderoso puesto militar con ejércitos de
soldados, caballos, carros listos para el combate, y con un centinela que ve
venir al enemigo muy por adelantado.
Jesús oró, “…que los guardes del mal” La palabra guardar significa:
• Liberar de un efecto o influencia de cualquier cosa mala, malvada,
cruel, perjudicial, lujurioso, malicioso, o perverso.
• Liberar del mismo Satanás y de todo lo que es corrupto o enfermo.
Si resume todo lo anterior parecería demasiado bueno para creerlo. Somos un
puesto militar de Dios, protegido por una armada espiritual equipada
completamente con innumerables caballos, carros y soldados armados para la
batalla, completamente informados de cada plan y artimaña del enemigo –
totalmente resguardada contra Satanás y todos los poderes demoniacos en el
universo. Ahora tal vez podamos entender lo que las Escrituras quieren decir
cuando proclaman, “Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el
mundo” (1 Juan 4:4).
David Wilkerson
viernes, 6 de mayo de 2011
ESTAD QUIETOS Y CONOCE
Después que la Palabra nos dice que Dios es el que hace cesar las guerras,
esto es añadido: “Estad quietos y conoced que yo soy Dios…” (Salmo
46:10).
La palabra Hebrea para “quietos” es raphah, la cual significa cesar, dejar
tranquilo, volverse débil, impotente. Viene de la palabra raíz rapha la cual
significa reparar y ser hecho completo por las manos de un médico.
Cuán consistente es la Palabra de Dios. Él hace cesar las guerras y hasta que
Él termine su trabajo, debemos de cesar nuestros esfuerzos de auto justicia,
confiarle todo en sus manos, confesar nuestras debilidades y flaquezas, y
confiar nuestro futuro y restauración en las manos de Cristo, nuestro Gran
Médico.
Amado creyente, ¿está usted siendo desgarrado por su conflicto interior?
Satanás puede zarandearlo, pero él no puede herirlo ni destruirlo. Más bien
usted está siendo despojado con el propósito de prepararlo para recibir una
revelación más profunda de la cruz y de esta manera, poder estar listo para
ofrecer un mayor servicio a Dios.
Usted es como Pedro, el cual fue despojado de todo antes de ir al Pentecostés.
Mire a este gran hombre de Dios caminando sin rumbo en las colinas de Jerusalén
– completamente abatido. Pedro caminó sobre las aguas una vez y ayudó a
alimentar milagrosamente a multitudes. Él experimentó la actual gloria de
Dios y fue un siervo usado, bendecido, prominente, y amado de Cristo. Pero él
pecó gravemente, fallándole al Señor como pocos lo han hecho,y después,
lloró y se afligió pensando que había perdido su salvación y su ministerio.
“¿Qué está mal dentro de mí?,” debió de haberse preguntado una y otra
vez. “¿Por qué no tuve poder o fuerzas cuando fui tentado? ¿Por qué no
tuve la reserva moral - la voluntad para resistir al enemigo? ¿Por qué tuve
que ser yo el que fallara? ¿Cómo puede un hombre de Dios hacerle tan horrenda
cosa a su Señor? ¿Cómo pude haberles predicado a otros cuando yo no tengo
poder en medio de mi crisis?”
Dios no causó la caída de Pedro, pero un gran bien vino como resultado de la
misma. Era parte del proceso de despojo que tenía que pasar este hombre de
Dios – permitir que se revelara lo que estaba arraigado profundamente en su
hombre interior. Sólo el fracaso podría exponer su orgullo y auto
suficiencia. El fracaso abatió a Pedro y le reveló su necesidad de depender
absolutamente en su Señor para todo, incluyendo su pureza y rectitud.
¡Es en la sombra de la cruz que podemos soportar nuestras tentaciones y
fracasos más grandes, para luego salir a la resurrección!
David Wilkerson
esto es añadido: “Estad quietos y conoced que yo soy Dios…” (Salmo
46:10).
La palabra Hebrea para “quietos” es raphah, la cual significa cesar, dejar
tranquilo, volverse débil, impotente. Viene de la palabra raíz rapha la cual
significa reparar y ser hecho completo por las manos de un médico.
Cuán consistente es la Palabra de Dios. Él hace cesar las guerras y hasta que
Él termine su trabajo, debemos de cesar nuestros esfuerzos de auto justicia,
confiarle todo en sus manos, confesar nuestras debilidades y flaquezas, y
confiar nuestro futuro y restauración en las manos de Cristo, nuestro Gran
Médico.
Amado creyente, ¿está usted siendo desgarrado por su conflicto interior?
Satanás puede zarandearlo, pero él no puede herirlo ni destruirlo. Más bien
usted está siendo despojado con el propósito de prepararlo para recibir una
revelación más profunda de la cruz y de esta manera, poder estar listo para
ofrecer un mayor servicio a Dios.
Usted es como Pedro, el cual fue despojado de todo antes de ir al Pentecostés.
Mire a este gran hombre de Dios caminando sin rumbo en las colinas de Jerusalén
– completamente abatido. Pedro caminó sobre las aguas una vez y ayudó a
alimentar milagrosamente a multitudes. Él experimentó la actual gloria de
Dios y fue un siervo usado, bendecido, prominente, y amado de Cristo. Pero él
pecó gravemente, fallándole al Señor como pocos lo han hecho,y después,
lloró y se afligió pensando que había perdido su salvación y su ministerio.
“¿Qué está mal dentro de mí?,” debió de haberse preguntado una y otra
vez. “¿Por qué no tuve poder o fuerzas cuando fui tentado? ¿Por qué no
tuve la reserva moral - la voluntad para resistir al enemigo? ¿Por qué tuve
que ser yo el que fallara? ¿Cómo puede un hombre de Dios hacerle tan horrenda
cosa a su Señor? ¿Cómo pude haberles predicado a otros cuando yo no tengo
poder en medio de mi crisis?”
Dios no causó la caída de Pedro, pero un gran bien vino como resultado de la
misma. Era parte del proceso de despojo que tenía que pasar este hombre de
Dios – permitir que se revelara lo que estaba arraigado profundamente en su
hombre interior. Sólo el fracaso podría exponer su orgullo y auto
suficiencia. El fracaso abatió a Pedro y le reveló su necesidad de depender
absolutamente en su Señor para todo, incluyendo su pureza y rectitud.
¡Es en la sombra de la cruz que podemos soportar nuestras tentaciones y
fracasos más grandes, para luego salir a la resurrección!
David Wilkerson
miércoles, 4 de mayo de 2011
ESPERANZA EN LA TORMENTA QUE SE AVECINA
David nos da una idea clara de la actitud de Jesús frente a la tormenta que se
avecinaba. El habla proféticamente de Cristo, diciendo: "Veía al Señor
siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido" (Hechos
2:25). El significado literal aquí es, "yo estaba siempre en Su presencia,
contemplando su rostro." David citará a Jesús diciendo: "Por lo cual mi
corazón se alegró, y se gozó mi lengua, aun mi carne descansará en
esperanza" (2: 26).
Aquí está el secreto: ¡Jesús mantuvo siempre al Padre delante de su rostro!
Jesús continuamente buscó lugares secretos para estar a solas con su Padre. Y
fue sólo después de estar en la presencia de Dios que Cristo salió a
ministrar, plenamente convencido de que su Padre siempre estaba con él. "Él
está a mi mano derecha y nada en esta tierra me podrá mover." Aquí la
palabra griega para mover significa "agitado, sacudido o alterado." Jesús
decía: "Ninguno de estos problemas, males o acontecimientos que vienen podrán
destruirme o sacudir mi confianza. Mi Padre está en completo control".
Amados, si vamos a enfrentar la tormenta que se avecina, entonces tenemos que
estar preparados para que nada perturbe nuestro espíritu; y la única manera
de hacerlo es pasar tiempo en la presencia del Padre contemplando su rostro.
Tenemos que estar a solas con Él - de rodillas, experimentando su presencia,
buscándole a Él- hasta que estemos completamente convencidos de que Él está
a nuestra mano derecha.
Dios nos está diciendo claramente: "No seas movido o agitado por nada de lo
que ves. Mantén tus ojos enfocados en mí y conserva tu gozo”. Y, de acuerdo
con David, Jesús declaró, "Tú me llenas de alegría con tu rostro" (Hechos
2:28). Es como si Cristo nos estuviera diciendo, "Yo afronté todo lo que vas a
enfrentar en los últimos días de los tiempos. Tuve los mismos sentimientos de
presagio, porque vi la tormenta que se avecinaba. Pero corrí a la presencia de
mi Padre, y Él quitó de mí todas mis preocupaciones. Él me mostró el
resultado de todo ello; y en su presencia encontré todo el gozo, la esperanza
y el descanso que necesitaría para el final. Tengo paz y alegría porque he
estado con Él. "
"Mi carne descansará en esperanza" (2:26).
DAVID WILKERSON
avecinaba. El habla proféticamente de Cristo, diciendo: "Veía al Señor
siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido" (Hechos
2:25). El significado literal aquí es, "yo estaba siempre en Su presencia,
contemplando su rostro." David citará a Jesús diciendo: "Por lo cual mi
corazón se alegró, y se gozó mi lengua, aun mi carne descansará en
esperanza" (2: 26).
Aquí está el secreto: ¡Jesús mantuvo siempre al Padre delante de su rostro!
Jesús continuamente buscó lugares secretos para estar a solas con su Padre. Y
fue sólo después de estar en la presencia de Dios que Cristo salió a
ministrar, plenamente convencido de que su Padre siempre estaba con él. "Él
está a mi mano derecha y nada en esta tierra me podrá mover." Aquí la
palabra griega para mover significa "agitado, sacudido o alterado." Jesús
decía: "Ninguno de estos problemas, males o acontecimientos que vienen podrán
destruirme o sacudir mi confianza. Mi Padre está en completo control".
Amados, si vamos a enfrentar la tormenta que se avecina, entonces tenemos que
estar preparados para que nada perturbe nuestro espíritu; y la única manera
de hacerlo es pasar tiempo en la presencia del Padre contemplando su rostro.
Tenemos que estar a solas con Él - de rodillas, experimentando su presencia,
buscándole a Él- hasta que estemos completamente convencidos de que Él está
a nuestra mano derecha.
Dios nos está diciendo claramente: "No seas movido o agitado por nada de lo
que ves. Mantén tus ojos enfocados en mí y conserva tu gozo”. Y, de acuerdo
con David, Jesús declaró, "Tú me llenas de alegría con tu rostro" (Hechos
2:28). Es como si Cristo nos estuviera diciendo, "Yo afronté todo lo que vas a
enfrentar en los últimos días de los tiempos. Tuve los mismos sentimientos de
presagio, porque vi la tormenta que se avecinaba. Pero corrí a la presencia de
mi Padre, y Él quitó de mí todas mis preocupaciones. Él me mostró el
resultado de todo ello; y en su presencia encontré todo el gozo, la esperanza
y el descanso que necesitaría para el final. Tengo paz y alegría porque he
estado con Él. "
"Mi carne descansará en esperanza" (2:26).
DAVID WILKERSON
martes, 3 de mayo de 2011
ÉL HACE CESAR LAS GUERRAS
“Que hace cesar las guerras…” (Salmo 46:9).
¡Qué buenas noticias para el hijo de Dios que se encuentra destrozado por una
guerra que lleva en el alma! La batalla en mi alma es la batalla de Dios y sólo
Él puede finalizarla. Mi Padre amoroso no permitirá que la carne ni el diablo
me intimiden para ser derrotado. Mi guerra está definida claramente por
Santiago, el cual escribió:
“¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de
vuestras pasiones las cuales combaten en vuestros miembros?” (Santiago 4:1).
Estas pasiones incluyen codicia, orgullo y envidia.
A través del tiempo, hombres santos de Dios se han hecho la misma pregunta,
“¿Mientras esté vivo se acabará esta guerra de pasiones que hay en mí?”
¿No es esta la misma pregunta que le preguntan al Señor aquellos que lo aman
completamente?
La respuesta por supuesto es que la guerra debe terminar y terminará, y ésta
será inevitablemente seguida por la paz más grande que usted haya conocido.
Pero ¿cómo termina la guerra y quién la finaliza? Si es mi batalla y mi
obligación es terminarla, Dios deberá de mostrarme cómo hacerlo. Si es
verdaderamente la batalla de Dios, entonces Él debe terminarla en su tiempo y
a su manera – mientras tanto Él me dará paciencia en medio de la batalla,
sabiendo que me ama a través de todo.
La palabra Griega usada por Santiago es stratenomai la cual se refiere a una
batalla contra las tendencias carnales, un soldado en guerra. Esta palabra se
deriva a su vez de stratia que significa ejército, una armada acampada. ¿No
habló David de ejércitos acampados contra nosotros? Nuestras inclinaciones
carnales vienen contra nosotros como un ejército, una armada demoniaca
determinada a hacernos daño ocultamente y a mantenernos agitados, con la
esperanza de hacer naufragar nuestra fe, atacando nuestras mentes con miedo e
incredulidad.
Si usted estudia la palabra Hebrea que David usa como guerra en el Salmo 46:9,
le causará un gran regocijo. Esta palabra es milchamah la cual significa
alimentarse, consumir, devorar. Por tanto, a quí la Palabra nos está diciendo
algo simplemente maravilloso: Dios va a detener al enemigo impidiendo que nos
consuma o devore. Él no permitirá que las pasiones continúen alimentándose
de nosotros ni que nos derroten. ¡Tenga ánimo! Dios hará cesar nuestra
guerra de pasiones. Esta batalla es de Dios – y Él nunca pierde.
¡Qué buenas noticias para el hijo de Dios que se encuentra destrozado por una
guerra que lleva en el alma! La batalla en mi alma es la batalla de Dios y sólo
Él puede finalizarla. Mi Padre amoroso no permitirá que la carne ni el diablo
me intimiden para ser derrotado. Mi guerra está definida claramente por
Santiago, el cual escribió:
“¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de
vuestras pasiones las cuales combaten en vuestros miembros?” (Santiago 4:1).
Estas pasiones incluyen codicia, orgullo y envidia.
A través del tiempo, hombres santos de Dios se han hecho la misma pregunta,
“¿Mientras esté vivo se acabará esta guerra de pasiones que hay en mí?”
¿No es esta la misma pregunta que le preguntan al Señor aquellos que lo aman
completamente?
La respuesta por supuesto es que la guerra debe terminar y terminará, y ésta
será inevitablemente seguida por la paz más grande que usted haya conocido.
Pero ¿cómo termina la guerra y quién la finaliza? Si es mi batalla y mi
obligación es terminarla, Dios deberá de mostrarme cómo hacerlo. Si es
verdaderamente la batalla de Dios, entonces Él debe terminarla en su tiempo y
a su manera – mientras tanto Él me dará paciencia en medio de la batalla,
sabiendo que me ama a través de todo.
La palabra Griega usada por Santiago es stratenomai la cual se refiere a una
batalla contra las tendencias carnales, un soldado en guerra. Esta palabra se
deriva a su vez de stratia que significa ejército, una armada acampada. ¿No
habló David de ejércitos acampados contra nosotros? Nuestras inclinaciones
carnales vienen contra nosotros como un ejército, una armada demoniaca
determinada a hacernos daño ocultamente y a mantenernos agitados, con la
esperanza de hacer naufragar nuestra fe, atacando nuestras mentes con miedo e
incredulidad.
Si usted estudia la palabra Hebrea que David usa como guerra en el Salmo 46:9,
le causará un gran regocijo. Esta palabra es milchamah la cual significa
alimentarse, consumir, devorar. Por tanto, a quí la Palabra nos está diciendo
algo simplemente maravilloso: Dios va a detener al enemigo impidiendo que nos
consuma o devore. Él no permitirá que las pasiones continúen alimentándose
de nosotros ni que nos derroten. ¡Tenga ánimo! Dios hará cesar nuestra
guerra de pasiones. Esta batalla es de Dios – y Él nunca pierde.
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