Los caminos de Dios parecen ser paradojas para la mente humana. Él dice,
“Para tener vida, debes de morir. Para encontrar tu vida, debes perderla.
Para ser fuerte, primero debes ser débil.”
De todas las paradojas, una de las más grandes es ésta: “Para ser
verdaderamente libre, debe de ser atado”. Para alcanzar la más alta libertad
en Dios, uno debe de rescindir de todos sus derechos y convertirse en un siervo
del Señor Jesucristo para toda la vida. Hay una gloriosa esclavitud de amor
que lleva hacia la forma más alta de libertad y liberación. Es un
sometimiento voluntario que nace del amor y del cariño que a su vez causa que
uno considere la servidumbre superior a ser considerado hijo.
En un tiempo cuando el pueblo de Dios está obsesionado con reclamar sus
derechos y enfocado en las bendiciones del Señor y sus beneficios, nos sería
de gran provecho permitir que el Espíritu Santo abra nuestros ojos para ver un
lugar en Dios que esta mas allá de todo lo que hemos descubierto hasta ahora.
Está en el perfecto orden divino el recibir todas las cosas buenas que vienen
de la mano de Dios y ningún hijo del Señor debería sentirse culpable de
recibir las bendiciones y beneficios derramados sobre él.
Pero necesitamos ver que hay algo mejor que bendiciones y prosperidad, algo
mucho más gratificante que todos los otros múltiples beneficios que él nos
da diariamente.
Un siervo es alguien que ha entrado en un sacramento de servicio con su amo.
Esto esta hermosamente descrito en el siguiente pasaje de las Escrituras:
“Si compras un siervo hebreo, seis años servirá, pero al séptimo saldrá
libre, de balde. Si entró solo, solo saldrá; si tenía mujer, su mujer
saldrá con él. Si su amo le dio una mujer, y ella le dio hijos o hijas, la
mujer y sus hijos serán de su amo, y el saldrá solo.
Pero si el siervo dice: ‘Yo amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos; no
quiero salir libre’, entonces su amo lo llevará ante los jueces, lo
arrimará a la puerta o al poste, y le horadará la oreja con lesna. Así será
su siervo para siempre” (Éxodo 21:2-6).
Este pasaje es mucho más que una representación de lo que establece Dios
respecto a los siervos y los amos. Aquí se expone claramente al Señor
Jesucristo como siervo.
Cristo es el amo en este pasaje y nosotros somos los siervos cuya libertad ha
sido comprada. La cruz es el sabático, el año de libertad para todos los
prisioneros, cautivos, siervos, y sirvientes, y nosotros que fuimos vendidos
bajo la Ley, ¡hemos sido puestos en libertad por la gracia!
Hemos sido liberados del pecado pero somos siervos para Cristo por la eternidad
y por decisión propia.
DAVID WILKERSON
miércoles, 30 de marzo de 2011
miércoles, 23 de marzo de 2011
VIVA EN SU PRESENCIA
“Por tanto, nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando
como en un espejo la Gloria del Señor, somos transformados de Gloria en Gloria
en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor” (2 Corintios
3:18). ¡Nos convertimos en lo que observamos! El foco de nuestra atención
esparce su influencia durante toda nuestra vida. Lo que contemplamos con
nuestros ojos espirituales, nos obsesiona - ¡se apodera! Pablo eligió ser
obsesionado con Cristo. El Salvador llegó a ser objeto exclusivo de sus
pensamientos, de su prédicación, de su doctrina. “Pues me propuse no saber
entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado” (1
Corintios 2:2). Él mantuvo sus ojos en la cabeza del cuerpo y no en los
problemas del mismo.
El deseo de Dios para nosotros es que nos vistamos con la presencia de Cristo.
¿Quiere usted victoria sobre el pecado y ser librado de todo el poder del
enemigo? Entonces ore diligentemente por una manifestación de la presencia de
Cristo. Si usted lo hace en serio, los amorosos ojos de Cristo lo derretirán y
lo llevarán a un lugar de quebrantamiento y contrición.
Esa misma presencia tierna del Señor llegará a ser el corazón y la vida de
su propia alma. Usted no querrá salir de Su presencia. Usted se recostará
sobre Su brazo y todo temor desaparecerá, y será reemplazado por un descanso
y una paz perfecta. Revestido del glorioso poder de Su presencia, usted puede
enfrentar al pecado y a Satanás. La Palabra de Dios promete, “El vencedor
será vestido de vestiduras blancas, y no borraré su nombre del libro de la
vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles”
(Apocalipsis 3:5).
La iglesia va en los últimos días como “una mujer vestida del sol…”
(Apocalipsis 12:1). ¡Este es Cristo, nuestro vestido blanco! Nos hemos vestido
de Cristo y estamos permaneciendo en Su presencia por encima de todo principado
y potestades.
En realidad esto no es complicado. De hecho, podemos resumirlo en cuatro
palabras: ¡PERMANEZCA CERCA DE JESUS! Viva en su presencia y por fe tome
asiento junto a Él en los lugares celestiales. Contémplelo mientras Él
permanece a la diestra del Padre para beneficio suyo y nada le podrá ser un
estorbo. Usted estará por encima de todo y así como Esteban, usted podrá
contemplarlo en el cielo (ver Hechos 7:56).
“Por tanto, nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando
como en un espejo la Gloria del Señor, somos transformados de Gloria en Gloria
en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor” (2 Corintios
3:18). ¡Nos convertimos en lo que observamos! El foco de nuestra atención
esparce su influencia durante toda nuestra vida. Lo que contemplamos con
nuestros ojos espirituales, nos obsesiona - ¡se apodera! Pablo eligió ser
obsesionado con Cristo. El Salvador llegó a ser objeto exclusivo de sus
pensamientos, de su prédicación, de su doctrina. “Pues me propuse no saber
entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado” (1
Corintios 2:2). Él mantuvo sus ojos en la cabeza del cuerpo y no en los
problemas del mismo.
El deseo de Dios para nosotros es que nos vistamos con la presencia de Cristo.
¿Quiere usted victoria sobre el pecado y ser librado de todo el poder del
enemigo? Entonces ore diligentemente por una manifestación de la presencia de
Cristo. Si usted lo hace en serio, los amorosos ojos de Cristo lo derretirán y
lo llevarán a un lugar de quebrantamiento y contrición.
Esa misma presencia tierna del Señor llegará a ser el corazón y la vida de
su propia alma. Usted no querrá salir de Su presencia. Usted se recostará
sobre Su brazo y todo temor desaparecerá, y será reemplazado por un descanso
y una paz perfecta. Revestido del glorioso poder de Su presencia, usted puede
enfrentar al pecado y a Satanás. La Palabra de Dios promete, “El vencedor
será vestido de vestiduras blancas, y no borraré su nombre del libro de la
vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles”
(Apocalipsis 3:5).
La iglesia va en los últimos días como “una mujer vestida del sol…”
(Apocalipsis 12:1). ¡Este es Cristo, nuestro vestido blanco! Nos hemos vestido
de Cristo y estamos permaneciendo en Su presencia por encima de todo principado
y potestades.
En realidad esto no es complicado. De hecho, podemos resumirlo en cuatro
palabras: ¡PERMANEZCA CERCA DE JESUS! Viva en su presencia y por fe tome
asiento junto a Él en los lugares celestiales. Contémplelo mientras Él
permanece a la diestra del Padre para beneficio suyo y nada le podrá ser un
estorbo. Usted estará por encima de todo y así como Esteban, usted podrá
contemplarlo en el cielo (ver Hechos 7:56).
como en un espejo la Gloria del Señor, somos transformados de Gloria en Gloria
en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor” (2 Corintios
3:18). ¡Nos convertimos en lo que observamos! El foco de nuestra atención
esparce su influencia durante toda nuestra vida. Lo que contemplamos con
nuestros ojos espirituales, nos obsesiona - ¡se apodera! Pablo eligió ser
obsesionado con Cristo. El Salvador llegó a ser objeto exclusivo de sus
pensamientos, de su prédicación, de su doctrina. “Pues me propuse no saber
entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado” (1
Corintios 2:2). Él mantuvo sus ojos en la cabeza del cuerpo y no en los
problemas del mismo.
El deseo de Dios para nosotros es que nos vistamos con la presencia de Cristo.
¿Quiere usted victoria sobre el pecado y ser librado de todo el poder del
enemigo? Entonces ore diligentemente por una manifestación de la presencia de
Cristo. Si usted lo hace en serio, los amorosos ojos de Cristo lo derretirán y
lo llevarán a un lugar de quebrantamiento y contrición.
Esa misma presencia tierna del Señor llegará a ser el corazón y la vida de
su propia alma. Usted no querrá salir de Su presencia. Usted se recostará
sobre Su brazo y todo temor desaparecerá, y será reemplazado por un descanso
y una paz perfecta. Revestido del glorioso poder de Su presencia, usted puede
enfrentar al pecado y a Satanás. La Palabra de Dios promete, “El vencedor
será vestido de vestiduras blancas, y no borraré su nombre del libro de la
vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles”
(Apocalipsis 3:5).
La iglesia va en los últimos días como “una mujer vestida del sol…”
(Apocalipsis 12:1). ¡Este es Cristo, nuestro vestido blanco! Nos hemos vestido
de Cristo y estamos permaneciendo en Su presencia por encima de todo principado
y potestades.
En realidad esto no es complicado. De hecho, podemos resumirlo en cuatro
palabras: ¡PERMANEZCA CERCA DE JESUS! Viva en su presencia y por fe tome
asiento junto a Él en los lugares celestiales. Contémplelo mientras Él
permanece a la diestra del Padre para beneficio suyo y nada le podrá ser un
estorbo. Usted estará por encima de todo y así como Esteban, usted podrá
contemplarlo en el cielo (ver Hechos 7:56).
“Por tanto, nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando
como en un espejo la Gloria del Señor, somos transformados de Gloria en Gloria
en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor” (2 Corintios
3:18). ¡Nos convertimos en lo que observamos! El foco de nuestra atención
esparce su influencia durante toda nuestra vida. Lo que contemplamos con
nuestros ojos espirituales, nos obsesiona - ¡se apodera! Pablo eligió ser
obsesionado con Cristo. El Salvador llegó a ser objeto exclusivo de sus
pensamientos, de su prédicación, de su doctrina. “Pues me propuse no saber
entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado” (1
Corintios 2:2). Él mantuvo sus ojos en la cabeza del cuerpo y no en los
problemas del mismo.
El deseo de Dios para nosotros es que nos vistamos con la presencia de Cristo.
¿Quiere usted victoria sobre el pecado y ser librado de todo el poder del
enemigo? Entonces ore diligentemente por una manifestación de la presencia de
Cristo. Si usted lo hace en serio, los amorosos ojos de Cristo lo derretirán y
lo llevarán a un lugar de quebrantamiento y contrición.
Esa misma presencia tierna del Señor llegará a ser el corazón y la vida de
su propia alma. Usted no querrá salir de Su presencia. Usted se recostará
sobre Su brazo y todo temor desaparecerá, y será reemplazado por un descanso
y una paz perfecta. Revestido del glorioso poder de Su presencia, usted puede
enfrentar al pecado y a Satanás. La Palabra de Dios promete, “El vencedor
será vestido de vestiduras blancas, y no borraré su nombre del libro de la
vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles”
(Apocalipsis 3:5).
La iglesia va en los últimos días como “una mujer vestida del sol…”
(Apocalipsis 12:1). ¡Este es Cristo, nuestro vestido blanco! Nos hemos vestido
de Cristo y estamos permaneciendo en Su presencia por encima de todo principado
y potestades.
En realidad esto no es complicado. De hecho, podemos resumirlo en cuatro
palabras: ¡PERMANEZCA CERCA DE JESUS! Viva en su presencia y por fe tome
asiento junto a Él en los lugares celestiales. Contémplelo mientras Él
permanece a la diestra del Padre para beneficio suyo y nada le podrá ser un
estorbo. Usted estará por encima de todo y así como Esteban, usted podrá
contemplarlo en el cielo (ver Hechos 7:56).
martes, 22 de marzo de 2011
LA PODEROSA MANO DE DIOS
“Tu diestra, Jehová, ha magnificado su poder. Tu diestra, Jehová, ha
aplastado al enemigo” (Éxodo 15:6).
Aunque algunos cristianos saben que han sido perdonados y salvos, les falta el
contar con el poder para luchar contra la carne. No han llegado al conocimiento
de “una completa liberación” de su naturaleza pecaminosa. Cristianos, por
su sangre él nos hace salvos y con su poderosa mano rompe el poder del pecado
sobre nosotros. Ciertamente el pecado todavía mora en nosotros, ¡pero éste
no nos gobierna!
“Librados de la esclavitud por el poder de su mano.” ¡Qué palabra tan
alentadora ante estos tiempos de desilusión y de esfuerzo sobre-humano para
librarnos del poder del pecado! Sin embargo, aún somos tan reacios a reconocer
la obra de la mano de Dios. Va en contra de nuestro orgullo, -nuestro sentido de
justicia, nuestra teología- el aceptar la verdad de que nuestra liberación del
dominio del pecado viene de un poder que ajeno a nosotros. Observemos como
ejemplo a Israel: Israel salió armado, pero todas las batallas fueron del
Señor. “Jehová no salva con espada ni con lanza, porque de Jehová es la
batalla” (1 Samuel 17:47). Ha sido escrito en Éxodo que “…los hijos de
Israel habían salido con mano poderosa” (14:8). Y cantaron alabanzas a Dios
después de haber pasado a salvo por el Mar Rojo.
La sangre salvó a Israel del juicio divino, pero la mano poderosa de Dios los
libró del poder de la carne. Ellos habían experimentado seguridad y se
habían regocijado en ella. ¡Ahora ellos necesitaban poder! Poder para
deshacerse de una vez por todas del enemigo de antaño y poder para armarse en
contra de los nuevos enemigos que vendrían. Ese poder está en la mano
poderosa y sublime del Señor.
Nos han sido dadas preciosas y grandes promesas las cuales han sobrepasado a
aquellas que les fueron dadas a Israel. Dios ha prometido librarnos de toda
maldad y sentarnos en lugares celestiales en Cristo Jesús, libres del dominio
del pecado.
Sin embargo, primero debemos aprender a odiar el pecado – no hacer pactos ni
compromiso con él. Mime a su pecado, juegue con él, deje que permanezca,
rehúse demolerlo – y un día llegará a ser el objeto más doloroso en su
vida.
No ore pidiendo victoria sobre los pecados de la carne hasta que usted haya
cultivado un odio hacia ellos. Dios no tolera nuestras excusas ni nuestro
apaciguamiento. ¿Está usted esclavizado por un pecado secreto que le causa
angustia y agitación tanto física como espiritualmente? ¿Lo odia con
pasión? ¿Siente la ira santa de Dios en contra del pecado?
Mientras usted no lo haga, la victoria nunca vendrá.
DAVID WILKERSON
aplastado al enemigo” (Éxodo 15:6).
Aunque algunos cristianos saben que han sido perdonados y salvos, les falta el
contar con el poder para luchar contra la carne. No han llegado al conocimiento
de “una completa liberación” de su naturaleza pecaminosa. Cristianos, por
su sangre él nos hace salvos y con su poderosa mano rompe el poder del pecado
sobre nosotros. Ciertamente el pecado todavía mora en nosotros, ¡pero éste
no nos gobierna!
“Librados de la esclavitud por el poder de su mano.” ¡Qué palabra tan
alentadora ante estos tiempos de desilusión y de esfuerzo sobre-humano para
librarnos del poder del pecado! Sin embargo, aún somos tan reacios a reconocer
la obra de la mano de Dios. Va en contra de nuestro orgullo, -nuestro sentido de
justicia, nuestra teología- el aceptar la verdad de que nuestra liberación del
dominio del pecado viene de un poder que ajeno a nosotros. Observemos como
ejemplo a Israel: Israel salió armado, pero todas las batallas fueron del
Señor. “Jehová no salva con espada ni con lanza, porque de Jehová es la
batalla” (1 Samuel 17:47). Ha sido escrito en Éxodo que “…los hijos de
Israel habían salido con mano poderosa” (14:8). Y cantaron alabanzas a Dios
después de haber pasado a salvo por el Mar Rojo.
La sangre salvó a Israel del juicio divino, pero la mano poderosa de Dios los
libró del poder de la carne. Ellos habían experimentado seguridad y se
habían regocijado en ella. ¡Ahora ellos necesitaban poder! Poder para
deshacerse de una vez por todas del enemigo de antaño y poder para armarse en
contra de los nuevos enemigos que vendrían. Ese poder está en la mano
poderosa y sublime del Señor.
Nos han sido dadas preciosas y grandes promesas las cuales han sobrepasado a
aquellas que les fueron dadas a Israel. Dios ha prometido librarnos de toda
maldad y sentarnos en lugares celestiales en Cristo Jesús, libres del dominio
del pecado.
Sin embargo, primero debemos aprender a odiar el pecado – no hacer pactos ni
compromiso con él. Mime a su pecado, juegue con él, deje que permanezca,
rehúse demolerlo – y un día llegará a ser el objeto más doloroso en su
vida.
No ore pidiendo victoria sobre los pecados de la carne hasta que usted haya
cultivado un odio hacia ellos. Dios no tolera nuestras excusas ni nuestro
apaciguamiento. ¿Está usted esclavizado por un pecado secreto que le causa
angustia y agitación tanto física como espiritualmente? ¿Lo odia con
pasión? ¿Siente la ira santa de Dios en contra del pecado?
Mientras usted no lo haga, la victoria nunca vendrá.
DAVID WILKERSON
jueves, 10 de marzo de 2011
miércoles, 2 de marzo de 2011
UN MENSAJE PARA CREYENTES ABRUMADOS
Hablo ahora a aquellos creyentes que se ven abrumados por un cúmulo de
aflicciones. El salmista David nos cuenta de su propio ser angustiado por
problemas insoportables:
"Mi corazón está muy dolido en mi interior, todos los terrores de muerte
sobre mí han caído. Temor y temblor vinieron sobre mí, y terror me ha
cubierto "(Salmos 55:4-5).
Si busca en las Escrituras, usted no encontrará ningún hombre de Dios que
hable tanto acerca de confiar en Dios como lo hizo David. Nadie habló más
sobre la búsqueda y la espera en el Señor como fortaleza en tiempos de
necesidad. Fue David quien declaró “no temeré… a pesar de que camine por
el valle de la muerte”, porque el Señor estaba con él.
Pero cayeron sobre David una serie de tribulaciones profundas y dolorosas que
sacudieron su fe. En uno de sus momentos más difíciles, cuando se encontraba
sin esperanza, gritó, "¡Todos los hombres son mentirosos!" Él estaba
hablando desde un corazón abrumado por gran pena y tristeza. Todas las
palabras de consuelo y esperanza no se habían cumplido, todo parecía como una
mentira.
David se encontraba bajo un ataque total a su fe. No estaba acusando a Dios de
mentir, pero venían voces contra él desde todos los lados. David estaba
desesperanzado. Él buscó una vía de escape "quien me diera alas como una
paloma, yo volaría lejos de toda esta desesperación y encontrar un lugar de
descanso."(Salmo 55:6)
Cuando hablo de estar abrumado, sé lo que digo. Mi hija Debi acaba de ser
operada de cáncer. Mi nieto de 29 años de edad, Brandon, está recibiendo
quimioterapia contra cáncer de categoría 4. David estaba en lo cierto: "Temor
y temblor caen sobre nosotros".
¿Qué hace el hijo de Dios en momentos de insoportable estrés? Hacemos lo que
hizo David.
"En cuanto a mí, voy a invocar a Dios, y el Señor me salvará. En la tarde,
al amanecer y al mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz. El redimirá
en paz mi alma de la guerra contra mí, aunque muchos estén en mi
contra"(Salmo 55:16-18).
Ore, deje todo aún lado y entre en la presencia del Señor. Incluso si lo hace
en silencio, grite su dolor y pida que la paz llegue a usted. Tenemos que hacer
algo más que confiar, debemos permanecer en la Palabra de Dios y clamar ante
El las promesas que nos ha dado.
Mi familia y yo estamos caminando en fe y confiando en la fidelidad de Dios a
su Palabra. ¡Dios es bueno!
David Wilkerson
aflicciones. El salmista David nos cuenta de su propio ser angustiado por
problemas insoportables:
"Mi corazón está muy dolido en mi interior, todos los terrores de muerte
sobre mí han caído. Temor y temblor vinieron sobre mí, y terror me ha
cubierto "(Salmos 55:4-5).
Si busca en las Escrituras, usted no encontrará ningún hombre de Dios que
hable tanto acerca de confiar en Dios como lo hizo David. Nadie habló más
sobre la búsqueda y la espera en el Señor como fortaleza en tiempos de
necesidad. Fue David quien declaró “no temeré… a pesar de que camine por
el valle de la muerte”, porque el Señor estaba con él.
Pero cayeron sobre David una serie de tribulaciones profundas y dolorosas que
sacudieron su fe. En uno de sus momentos más difíciles, cuando se encontraba
sin esperanza, gritó, "¡Todos los hombres son mentirosos!" Él estaba
hablando desde un corazón abrumado por gran pena y tristeza. Todas las
palabras de consuelo y esperanza no se habían cumplido, todo parecía como una
mentira.
David se encontraba bajo un ataque total a su fe. No estaba acusando a Dios de
mentir, pero venían voces contra él desde todos los lados. David estaba
desesperanzado. Él buscó una vía de escape "quien me diera alas como una
paloma, yo volaría lejos de toda esta desesperación y encontrar un lugar de
descanso."(Salmo 55:6)
Cuando hablo de estar abrumado, sé lo que digo. Mi hija Debi acaba de ser
operada de cáncer. Mi nieto de 29 años de edad, Brandon, está recibiendo
quimioterapia contra cáncer de categoría 4. David estaba en lo cierto: "Temor
y temblor caen sobre nosotros".
¿Qué hace el hijo de Dios en momentos de insoportable estrés? Hacemos lo que
hizo David.
"En cuanto a mí, voy a invocar a Dios, y el Señor me salvará. En la tarde,
al amanecer y al mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz. El redimirá
en paz mi alma de la guerra contra mí, aunque muchos estén en mi
contra"(Salmo 55:16-18).
Ore, deje todo aún lado y entre en la presencia del Señor. Incluso si lo hace
en silencio, grite su dolor y pida que la paz llegue a usted. Tenemos que hacer
algo más que confiar, debemos permanecer en la Palabra de Dios y clamar ante
El las promesas que nos ha dado.
Mi familia y yo estamos caminando en fe y confiando en la fidelidad de Dios a
su Palabra. ¡Dios es bueno!
David Wilkerson
lunes, 21 de febrero de 2011
miércoles, 2 de febrero de 2011
¿ES EL MORIR GANANCIA?
Pablo lo dijo: “El morir es ganancia” (Filipenses 1:21). Para el
vocabulario espiritual moderno esta forma de hablar es insólita. Nos hemos
convertido en tales adoradores de la vida que tenemos muy pocos deseos de
partir con el Señor.
Pablo afirmó, “Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo
deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (Filipenses
1:23). Pero por el bien de edificar a los convertidos, Pablo pensó que era
preferible“quedarse en la caparazón,” o como él lo dijo, “quedar en la
carne”.
¿Era mórbido Pablo? ¿Tenía él una fijación no saludable con la muerte?
¿Mostró Pablo una falta de respeto por la vida con la que Dios lo había
bendecido? ¡Absolutamente no! Pablo vivió su vida plenamente. Para él la
vida era un regalo y él la había usado bien para pelear la buena batalla. Él
había vencido el miedo al “aguijón de la muerte” y podía decir ahora,
“Es mejor morir y estar con el Señor que quedarme en la carne.”
Aquellos que mueren estando en el Señor son los ganadores; nosotros, los que
nos quedamos, somos los perdedores. ¡La muerte no es la sanidad final: la
resurrección lo es! La muerte es un conducto y algunas veces éste puede ser
doloroso. No importa cuánto dolor y sufrimiento inunden a nuestro cuerpo pues
nada se compara con la gloria inexplicable que les espera a aquellos que
soportan esta travesía.
Cualquier sermón sobre la muerte nos molesta. Es un tema que tratamos de
ignorar e inclusive evitamos pensar en él. A las personas que hablan sobre la
muerte las llegamos a considerar mórbidas. Ocasionalmente hablamos sobre cómo
ha de ser el cielo, pero la mayoría del tiempo el asunto de la muerte es tabú.
¡Cuán diferentes eran los primeros cristianos! Pablo habló mucho sobre la
muerte. De hecho, nuestra resurrección de la muerte es abordada en el Nuevo
Testamento como nuestra “esperanza bienaventurada”. Sin embargo, hoy en
día la muerte es considerada la intrusa que nos separa de la buena vida a la
que nos hemos acostumbrado. Hemos llenado nuestras vidas con tantos objetos
materiales que nos encontramos apegados a la vida terrenal y a lo que la rodea.
El mundo nos ha atrapado con el materialismo. No podemos imaginar la idea de
dejar nuestras hermosas casas, nuestras cosas amadas, nuestros amados conyuges.
Pareciera que pensamos, “Morir resultaría en una gran pérdida. Yo amo al
Señor pero necesito tener tiempo para disfrutar mis propiedades. Estoy casado.
Tengo que probar mis “bueyes”. Necesito más tiempo.”
¿Ha notado que hoy en día se habla muy poco sobre el cielo o acerca de dejar
este mundo? En lugar de esto, somos bombardeados con mensajes sobre cómo usar
nuestra fe para adquirir más objetos materiales. ¡Qué concepto tan lejano de
los propósitos eternos de Dios! Con razón hay muchos cristianos temerosos de
la muerte. La verdad es que estamos lejos de entender el llamado de Cristo de
dejar al mundo y a todas sus ataduras. Él nos llama a venir a él y morir,
morir sin construir nuestros propios monumentos funerarios, morir sin
preocuparnos cómo seremos recordados. Jesús no dejó ninguna autobiografía,
ni oficinas corporativas, ni universidades o institutos bíblicos. Él no dejó
nada que perpetuase su recuerdo, sólo el pan y el vino.
DAVID WILKERSON
vocabulario espiritual moderno esta forma de hablar es insólita. Nos hemos
convertido en tales adoradores de la vida que tenemos muy pocos deseos de
partir con el Señor.
Pablo afirmó, “Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo
deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (Filipenses
1:23). Pero por el bien de edificar a los convertidos, Pablo pensó que era
preferible“quedarse en la caparazón,” o como él lo dijo, “quedar en la
carne”.
¿Era mórbido Pablo? ¿Tenía él una fijación no saludable con la muerte?
¿Mostró Pablo una falta de respeto por la vida con la que Dios lo había
bendecido? ¡Absolutamente no! Pablo vivió su vida plenamente. Para él la
vida era un regalo y él la había usado bien para pelear la buena batalla. Él
había vencido el miedo al “aguijón de la muerte” y podía decir ahora,
“Es mejor morir y estar con el Señor que quedarme en la carne.”
Aquellos que mueren estando en el Señor son los ganadores; nosotros, los que
nos quedamos, somos los perdedores. ¡La muerte no es la sanidad final: la
resurrección lo es! La muerte es un conducto y algunas veces éste puede ser
doloroso. No importa cuánto dolor y sufrimiento inunden a nuestro cuerpo pues
nada se compara con la gloria inexplicable que les espera a aquellos que
soportan esta travesía.
Cualquier sermón sobre la muerte nos molesta. Es un tema que tratamos de
ignorar e inclusive evitamos pensar en él. A las personas que hablan sobre la
muerte las llegamos a considerar mórbidas. Ocasionalmente hablamos sobre cómo
ha de ser el cielo, pero la mayoría del tiempo el asunto de la muerte es tabú.
¡Cuán diferentes eran los primeros cristianos! Pablo habló mucho sobre la
muerte. De hecho, nuestra resurrección de la muerte es abordada en el Nuevo
Testamento como nuestra “esperanza bienaventurada”. Sin embargo, hoy en
día la muerte es considerada la intrusa que nos separa de la buena vida a la
que nos hemos acostumbrado. Hemos llenado nuestras vidas con tantos objetos
materiales que nos encontramos apegados a la vida terrenal y a lo que la rodea.
El mundo nos ha atrapado con el materialismo. No podemos imaginar la idea de
dejar nuestras hermosas casas, nuestras cosas amadas, nuestros amados conyuges.
Pareciera que pensamos, “Morir resultaría en una gran pérdida. Yo amo al
Señor pero necesito tener tiempo para disfrutar mis propiedades. Estoy casado.
Tengo que probar mis “bueyes”. Necesito más tiempo.”
¿Ha notado que hoy en día se habla muy poco sobre el cielo o acerca de dejar
este mundo? En lugar de esto, somos bombardeados con mensajes sobre cómo usar
nuestra fe para adquirir más objetos materiales. ¡Qué concepto tan lejano de
los propósitos eternos de Dios! Con razón hay muchos cristianos temerosos de
la muerte. La verdad es que estamos lejos de entender el llamado de Cristo de
dejar al mundo y a todas sus ataduras. Él nos llama a venir a él y morir,
morir sin construir nuestros propios monumentos funerarios, morir sin
preocuparnos cómo seremos recordados. Jesús no dejó ninguna autobiografía,
ni oficinas corporativas, ni universidades o institutos bíblicos. Él no dejó
nada que perpetuase su recuerdo, sólo el pan y el vino.
DAVID WILKERSON
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