jueves, 31 de julio de 2014

BENDICIONES DE BIEN

“Porque le has salido al encuentro con bendiciones de bien; corona de oro fino has puesto sobre su cabeza” (Salmos 21:3). A primera vista, este verso escrito por David pareciera un poco confuso. La frase “salir al encuentro” (en inglés dice “impedir”), está usualmente asociada con impedimento, no con bendición. Una traducción moderna para este texto, sería: “El Señor impidió a David con las bendiciones de bien”. Sin embargo, la palabra bíblica “impedir” o “salir al encuentro” tiene un significado totalmente diferente. Significa “anticipar, preceder, ver y cumplir con anticipación, pagar una deuda antes de que ésta venza”. Más aun, en casi todas las instancias, implica algo placentero. Isaías nos da una idea de este tipo de placer cuando explica que Dios se anticipa a nuestra necesidad y la satisface anticipadamente. “Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído” (Isaías 65:24). Este versículo nos da una increíble figura del amor de nuestro Señor para con nosotros. Evidentemente, Él está tan ansioso por bendecirnos, tan pronto para cumplir Su misericordia en nuestras vidas, que no puede siquiera esperar a que nosotros le digamos nuestras necesidades, Así que Él se apresura y lleva a cabo actos de misericordia, gracia y amor hacia nosotros incluso antes que le pidamos. Y esto es de supremo placer para Él. Entonces esto es lo que David estaba diciendo en el Salmo 21: “Señor, Tú derramas bendiciones y misericordias sobre mí, aun antes de que yo las pida. Y me has dado más de lo que pueda imaginar”. David se estaba refiriendo a alguna obra maravillosa que Dios logró para él, en el ámbito espiritual. Se trataba de algo que le dio a David la victoria sobre sus enemigos, la respuesta a sus oraciones, el poder para vencer y un gozo inexplicable. Y Dios lo hizo todo aun antes que David orara para dejar sus cargas o presentara su petición. Una vez que David finalmente derramó su corazón, descubrió que Dios ya había hecho provisión para derrotar a sus enemigos. ¡La victoria de David estuvo asegurada desde antes que él pudiera siquiera acercarse al campo de batalla! DAVID WILKERSON

miércoles, 30 de julio de 2014

A FE DEBE ESTAR CIMENTADA EN LA PALABRA

Dios está preocupado de que la fe de Su pueblo esté siendo sacudida, de que éste no confíe en Él en su tiempo de crisis. Amados, nuestro peor pecado es nuestra falta de voluntad para creer que Él va a hacer lo que prometió. Y eso le ofende más que el adulterio, la fornicación, las drogas y el abuso del alcohol o cualquier otro pecado de la carne. Su Palabra dice: "Sabe El Señor librar de tentación a los piadosos" (2 Pedro 2:9). " Fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis " (1 Corintios 10:13). O este pasaje es verdad o es mentira. Pero si es verdad, entonces debemos posicionarnos en él. Dios quiere que seamos capaces de decir: "Señor, si me muero ahora mismo, entonces déjame morir en la fe. Confío que estarás conmigo, así que vivo o muerto, soy tuyo". Que vengan todos los vientos y olas del infierno. Que venga todo a ti. Nuestro Dios dice que Él puede y sabe cómo librarte. Dios tiene el propósito de que tú y yo tengamos todo el gozo, la paz, la victoria y el descanso en nuestro caminar con Él. Él está buscando hombres y mujeres que se levanten en contra de lo que vendrá en esta época oscura, siervos que se levanten con calma y paz porque Cristo mora en ellos. Dios desea que podamos entrar en tal lugar de confianza, que no sintamos miedo nunca más, sino que verdaderamente descansemos en Su poder y Su capacidad. Él sabe cómo librarnos de todas las trampas, pruebas y tentaciones, si solamente confiamos en Él. “El solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré. En Dios está mi salvación y mi gloria; En Dios está mi roca fuerte, y mi refugio. Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio” (Salmos 62:6-8). DAVID WILKERSON

martes, 29 de julio de 2014

PIDIENDO FE

Los apóstoles le dijeron al Señor: “Auméntanos la fe” (Lucas 17:5). Jesús respondió al pedido de sus discípulos por más fe de esta manera: “¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa? ¿No le dice más bien: Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú?…Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.” (Lucas 17:7-8,10) Cristo está hablando aquí de nosotros, sus siervos, y de Dios, nuestro Señor. Nos está diciendo que nosotros estamos para alimentar a Dios. Te preguntarás: “¿Qué clase de alimento se supone que debemos traerle al Señor? ¿Qué satisface Su hambre?” ¿Cómo haremos esto? La Biblia nos dice, “Pero sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6). Sencillamente, el plato más delicioso para Dios es la fe. Aquella es la comida que le agrada. Vemos esta ilustración a través de la escritura. Cuando un centurión pidió a Jesús que sanara a su siervo enfermo con tan solo decir una palabra, Cristo festejó la vibrante fe de aquel hombre. Él respondió, “De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe” (Mateo 8:10). Jesús estaba diciendo, “Aquí hay un Gentil, un extranjero, quien está alimentando mi espíritu. Qué alimento más nutritivo está dándome la fe de este hombre.” Cuando la mujer con el flujo de sangre (Lucas 8:43.48) pasó entre la multitud y tocó Su manto en fe, Jesús se dio cuenta inmediatamente de su fe y ella fue sanada. Su fe le agradó. Noto en las palabras de Jesús en Lucas 17:8 una declaración descortés: “Prepárame la cena…y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú”. Él está diciendo: “Tú no comes primero. Yo lo hago.” En otras palabras, no podemos consumir nuestra fe en nuestros propios intereses y necesidades. Más bien, nuestra fe es el medio para satisfacer el hambre de nuestro Señor. DAVID WILKERSON

lunes, 28 de julio de 2014

EL MAYOR PELIGRO

El peligro más grande que todos enfrentamos es no ser capaces de ver a Jesús en nuestros problemas, y en lugar de verlo, ver fantasmas. En ese momento crítico de temor, cuando la noche es más negra y la tormenta es más violenta, Jesús siempre se acerca a nosotros para revelarse como el Señor del diluvio, el Salvador en las tormentas. “Jehová preside en el diluvio, y se sienta Jehová como rey para siempre” (Salmo 29:10). En Mateo 14, Jesús ordenó a sus discípulos subirse a una barca que se dirigía hacia una tormenta. La Biblia dice que Él los forzó a entrar a la embarcación. En otras palabras, insistió para que se subieran a esa barca aun cuando se dirigía a aguas turbulentas, y sería lanzada de un lado a otro. ¿Y dónde estaba Jesús? Él estaba arriba en las montañas, con su vista en el mar y orando para que ellos no fallaran a la prueba que Él sabía que tenían que atravesar. Después Él llegó caminando sobre el agua (ver Mateo 14:25) ¡Pero ninguno de los discípulos lo reconoció! No esperaban verlo sobre el agua en medio de la tormenta. Nunca jamás esperaban que estuviera con ellos o aun cerca de ellos en una tempestad. Al menos uno de los discípulos debería haberse dado cuenta de lo que estaba pasando y haber dicho: “Miren amigos, Jesús dijo que él nunca nos dejaría ni nos abandonaría. Él nos envió en esta misión; estamos en el centro de Su voluntad. Él dijo que por Él son ordenados los pasos del hombre justo. Miren otra vez. ¡Es nuestro Señor! ¡Él está aquí! ¡Nunca jamás hemos estado fuera de Su mirada.” Había solo una lección que aprender, solo una. Era una lección simple, no una que fuese difícil de comprender, mística, o que fuese como un terremoto. Jesús simplemente quería que confiaran en que Él era su Señor en medio de cada tormenta que atravesaran en sus vidas. Él simplemente quería que ellos mantuviesen su gozo y confianza aún en las horas más oscuras de sus pruebas. ¡Solo una simple pero muy importante lección!: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” (Mateo 28:20) DAVID WILKERSON

viernes, 18 de julio de 2014

NECESITAMOS UN MENSAJE MÁS SUAVE

“Y Moisés respondió al pueblo: No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis.”(Éxodo 20:20) “Andad en todo el camino que Jehová vuestro Dios os ha mandado, para que viváis y os vaya bien, y tengáis largos días en la tierra que habéis de poseer.”(Deuteronomio 5:33) Moisés dijo en esencia: “Dios no está furioso con ustedes, esta majestuosa experiencia no se trata de eso. No. Él quiere darles poder con su asombroso temor, está tratando de crear en ustedes un arma poderosa, y lo está haciendo para que puedan vivir victoriosamente todos los días de su vida.” Sin embargo, después vino la lógica más extraña de la Biblia. Estos líderes dijeron a Moisés: “Hoy hemos visto que Jehová habla al hombre, y éste aún vive. Ahora, pues, ¿por qué vamos a morir? Porque este gran fuego nos consumirá; si oyéremos otra vez la voz de Jehová nuestro Dios, moriremos. Porque ¿qué es el hombre, para que oiga la voz del Dios viviente que habla de en medio del fuego, como nosotros la oímos, y aún viva?” (Deuteronomio 5:24-26). Ellos dijeron a Moisés: “Sabemos que podemos oír a Dios hablar de en medio del fuego y sobrevivir. Sin embargo, si tenemos que sentarnos bajo su directa, pura, y santa voz, seremos consumidos. ¿Por qué tendríamos que morir? De toda la gente en el mundo, somos nosotros los que hemos oído la voz de Dios y hemos sobrevivido.” El Señor luego nos da una clave acerca de lo que realmente estaba pasando: “¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!” (Versículo 29). Ellos estaban dando honor a Dios con sus labios, pero sus corazones estaban lejos de Él. Para citar a Isaías: “Este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado.” (Isaías 29:13). Los israelitas eran tan devotos a sus pequeñas imágenes de oro, que nada los podía alejar de su alabanza idólatra. Finalmente ignoraron la voz audible de Dios, en toda su santidad y majestad. Cuando los ancianos de Israel dijeron: “Necesitamos, un mensaje más suave, de otro modo moriremos”, tenían mucha razón. Cada vez que te sientas bajo la predicación del Espíritu Santo escuchando la palabra ungida de Dios y que te convence de pecado, seguro que vas a morir. Eso es, morirás a tus pecados. DAVID WILKERSON

miércoles, 16 de julio de 2014

NO SABER COSA ALGUNA SINO A JESUCRISTO

“Porque en él vivimos, nos movemos y somos” (Hechos 17:28). Los hombres y las mujeres de Dios viven dentro de este muy pequeño círculo; sus vidas, cada movimiento, toda su existencia está envuelta sólo en lo que le interesa a Cristo. Para conocer nada más que a Cristo, debe haber un fluir continuo de revelación del Espíritu Santo. Si el Espíritu Santo conoce la mente de Dios, si Él escudriña las cosas escondidas y profundas del Padre y si Él va a ser una fuente de la que brote agua viva, entonces esa fuente de agua debe de ser una continua e inagotable revelación de Cristo. Esto le espera a todo siervo del Señor que esté dispuesto a esperar en el Señor, calladamente, creyendo en fe, confiando en que el Espíritu Santo manifestará la mente de Dios. Hoy necesitamos la Palabra infalible de Dios, una revelación viva y verdadera. Samuel tenía esa clase de Palabra de Dios, y todo Israel lo sabía. Cuando Samuel hablaba, de todas las voces en la región, la de él se cumplía y ninguna palabra caía al suelo. Hoy en día multitudes están tratando de cernir todas las voces, para oír la Palabra clara de Dios. Los santos de Dios están fatigados por el aluvión de voces, donde sólo encuentran unos cuantos granos de verdad. ¡Sólo Cristo es la luz! Todo el mundo se encuentra en tinieblas y sólo la luz dispersa esas tinieblas. Pablo dijo: “Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Corintios 4:6). Puede que estés en un lugar oscuro ahora mismo. Tus buenas obras no disiparán esas tinieblas, y nuestras prédicas sobre temas sociales tampoco lo harán. Ninguna experiencia personal lo logrará. Y voy a ir un paso más allá, ni siquiera atar los poderes de las tinieblas funcionará a no ser que la luz de Cristo alumbre. ¡Todas las tinieblas se desvanecen en la luz de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Jesucristo! Estudiemos solamente a Cristo en el lugar secreto. Servimos al mismo Dios y somos enseñados por el mismo Espíritu Santo, que todos los demás que han conocido a Cristo en plenitud. DAVID WILKERSON

martes, 15 de julio de 2014

LA CARGA DEL DOLOR

De una manera u otra, todos sentimos dolor. Toda persona en la Tierra lleva su propia carga de dolor. Cuando uno está profundamente dolido, nadie en la Tierra puede apagar los temores internos ni las más profundas agonías. Ni el mejor amigo puede entender la batalla que uno está pasando o las heridas infringidas. ¿Existe algún bálsamo para un corazón quebrantado? ¿Hay sanidad para esas heridas internas profundas? ¿Se pueden juntar los pedazos y hacer que el corazón sea aun más fuerte? ¡Sí! ¡Absolutamente sí! Si no se pudiera, entonces la Palabra de Dios sería una trampa y Dios mismo sería un mentiroso. ¡Eso no puede ser! Dios no te prometió un estilo de vida sin dolor. Él te prometió una “salida”, te prometió ayudarte a llevar tu dolor; fuerzas para ponerte otra vez de pie cuando la debilidad te hace tambalear. Nuestro Padre amoroso dijo: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13). Tu Padre celestial te cuida sin parpadear. Cada movimiento es monitoreado. Cada lágrima es guardada. Él se identifica con tu dolor y siente cada golpe. Él no permitirá que tu dolor deteriore tu mente. Él nunca permitirá que te ahogues en tus lágrimas y Él promete venir, justo a tiempo, para enjugar esas lágrimas y darte gozo en lugar de luto. Tú tienes la capacidad de hacer que tu corazón se regocije y se alegre en el Señor. El ojo de Dios está sobre ti y Él te ordena levantarte y sacudirte de todos esos miedos que están causando duda. “Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos” (Salmos 34:15). DAVID WILKERSON

lunes, 14 de julio de 2014

CONFIANZA TOTAL EN CRISTO

Cuando hablo de una confianza total en Cristo, quiero decir no sólo confiar en Su poder salvador sino también en Su poder guardador. Tenemos que confiar que Su Espíritu nos guarda y nos conforma a la semejanza de Jesús. Piensa en tu propio testimonio. Hubo un tiempo en que eras un extraño, separado de Dios por tus obras malas. ¿Qué buenas obras hiciste para hacer las paces con Él? ¡Ninguna! Nadie ha sido capaz de salvarse a sí mismo. Del mismo modo, nadie ha sido capaz de producir o de mantener su propia santidad. Somos traídos diariamente a la santidad de Cristo solamente por fe, a medida que confiamos en lo que la Palabra de Dios dice: " como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos” (1 Pedro 1:15). “Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe” (Colosenses 1:21-23). Nota la frase: "si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe", Jesús está diciendo: "Permanece confiando en Mí, viviendo por fe. Voy a presentarte limpio, impecable, irreprensible y santo delante del Padre". No hay grados de santidad, sólo grados de madurez en Cristo. Es absurdo medirte con alguien a quien consideras "santo". Todos somos medidos por una norma: la santidad de Cristo. Si estamos en Él, Su santidad es la nuestra, en igual medida. No debes mirar a otro cristiano y decir: "¡Oh, me gustaría ser tan santo como él!". Puede que no tengas la disciplina de esa persona o su vida de oración; puede que a menudo tengas más luchas y cometas más errores que él, pero él no es más acepto por el Padre que tú. No debes compararte con nadie, porque ¡nadie es más querido en los ojos del Padre que tú! Querido santo, despójate de toda dependencia en la carne y haz esta declaración: “Yo declaro mi santidad, que es en Cristo Jesús. Yo soy parte de Su cuerpo y mi Padre me ve como santo, porque yo permanezco en Él". DAVID WILKERSON